viernes, 6 de noviembre de 2009

"Aquí, putas."

Veníamos por la ruta desde Calama cuando Ari dice:
-¡Miren loco, el Pacífico! -Ninguno lo había visto nunca.
Una locura, montaña y mar, juntos. La ruta daba vueltas mientras bajada de la montaña y por la ventana se podían ver entradas a diferentes minas. A cada paso se veía el azul imponente cada vez más cerca.
Entrando a la ciudad de Tocopilla, nos íbamos dando cuenta que no era lo que habíamos pensado. Ciudad costera, pesquera, minera y nada ostentosa.
Bajamos del micro y nadie tenia nada para decir. El pensamiento y las miradas lo decían todo, “¿qué carajo hacemos acá y cuándo nos vamos?”. Eran como las cuatro de la tarde por lo que no teníamos mucho tiempo para buscar algún lugar para alojarnos. Nos empezamos a perder por las calles (no mucho, realmente daba miedo) pero no encontramos nada. Era temporada de pesca por lo que todo se encontraba ocupado.
Los campings ahí no existen por lo que solamente nos quedaba acampar en la playa, pero el miedo nos decía que no. Fuimos a hablar con los Carabineros para que nos autoricen a dormir en la playa. No había problema por parte de ellos, pero no nos garantizaron seguridad alguna. No quedó otra.
-Y bueno, vamos a borrarnos de acá antes de que caiga la noche y no tengamos donde quedarnos. –Todos estábamos de acuerdo.
Sacamos un pasaje para esa misma noche hacia Mejillones, pero teníamos que hacer tiempo por lo que nos fuimos a un bar lugareño. Era como un lugar detenido en el tiempo. Venido a menos, con borrachos que parecía como si hubieran estado ahí por años. No importa, nos tomamos una cuantas Escudo para disfrutar de aquella situación rara en un lugar desconocido.
Cuando salimos nos quedamos esperando en la esquina el micro.
-Che, ¿me parece a mi o acá son todas putas? –No solo que para mi eran todas trolas sino que tenía la idea de que todos nos estaban observando.
En frente un cartel que nos invitaba a entrar “Aquí, putas”. Incareteable, ¿no? Nos fuimos para no volver, pero estoy seguro de que si no hubiéramos tenido los pasajes ahí pasábamos la noche.

domingo, 1 de noviembre de 2009

La pasión no se clausura

Hoy se cumple un año de aquel día caluroso que nos llevó hasta Liniers. Un día único, especial. El 12 pisteaba por Juan B. Justo con Adri y el Gordo cantando “100 años de locura y de pasión…”
Mucho colorido, fiesta, bombos y trompetas. La gente estaba como loca y triste al mismo tiempo por no estar en ese momento en el querido Parque de los Patricios.
Se cumplían 100 años de amor, de sufrimiento, de locura, de amistad, de hermandad, de solidaridad, de un sueño que vuela alto y que un día se va cumplir.
La noche anterior lo había dicho el Turco, gritando a los cuatros vientos que no se iba a morir si ver al Globo campeón. Yo tampoco.
Innumerables cantidades de veces me tire agua encima para no morir acalorado, mientras que esperaba alguna alegría para ese día. Y ese momento llegó. El “gato” Esmerado metió bomba y la clavó. Generó un desahogo y una locura que marcó un quiebre en la historia quemera, para que su nombre y su recuerdo quede escrito con letras doradas en libro de ésta pasión.


La vuelta es otra historia. Me iluminé.
-Muchachos, hoy vamos tranquilos por otro camino, no vayamos siguiendo a los micros. –Un simple comentario que hice en ese momento.
La historia me dio la razón. Cruce de barras con San Lorenzo, historia conocida. Por suerte nosotros ese final lo vimos por TV.

sábado, 24 de octubre de 2009

Amanecer de un día agitado

Era el cumple de Melón, acá nomás, en Olivos (la concha de su madre) y no solamente eso, se le ocurrió hacer una fiesta de disfraces (la concha de su madre, nuevamente).
Claramente no me iba a poner nada loco. Camisa celeste y jean, bien de colectivero, justo acorde a lo que tenía que hacer, llevar a la monada en la nave.
La fiesta tranquila, la pasamos bien, pero daba para seguir un rato más en algún lado.
-¿Vamos al río?
-Bueno, vamos.
Nos subimos al viejo Dodge 1973, Zinni, Juan, Muño, Melón, Caro, Sil y yo. Era un fierro, el auto no era el problema sino lo que estaba por venir.
El nivel etílico de la monada era alto. Por primera vez en mi vida yo estaba sobrio cosa que al día de hoy agradezco y más sabiendo que hay un video que retrata la locura de estos muchachos, cosa que yo tal vez hubiera realizado en otras circunstancias.
El video lo dice todo, yo soy normal, el resto no. Por suerte no es el original, ya que está editado y al bajarle un poco la calidad no se pueden apreciar ciertas cosas.

De todas maneras me sigo haciendo una pregunta: ¿a qué iba la frase de Muño de “vengo por Sudamérica nadando en el Río de la Plata”? ¡Yo quiero tomar de esa, loco!
-Ballenitaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.

sábado, 3 de octubre de 2009

El bondi rengo

Narso, Nachito y yo nos juntamos en Córdoba y Callao para ir a ver a La Renga a River. Nos tomamos el 29. La banda estaba como loca y obviamente nadie pagaba boleto. En un momento el bondinero se retoba.
-Loco, acá si no paga nadie vamos todos en cana eh.
-Ehhh puto, gato, no seas botón. –La monada se estaba poniendo violenta.
El muchacho sale de su recorrido habitual y para el colectivo en la comisaría que está frente al Jardín Botánico. Nos hicieron una filita india y nos bajaron a todos de la manera menos cordial. Algunos quedaron adentro, a otros nos humillaron haciéndonos subir de a uno y obviamente pagando boleto.
El viaje continuó y llegamos a destino, obviamente insultando al chofer por su actitud de bocón.

viernes, 25 de septiembre de 2009

Aclaraciones

En la historia “El Tano y El Rolo” si bien no se omitieron las identidades de los protagonistas, si algunos detalles que son útiles para entender por qué al día de hoy Zinni renguea.

El Tano y El Rolo

Era un día como cualquier otro. Zinni, Geri y Yo estábamos haciendo la fila para sacar entradas para Argentina – Uruguay, en el Monumental. Zinni tenía puesta su remera de Sumo, indumentaria habitual por aquellos años.
-Eh, loco, aguante Sumo, amigo. –Comenta a los gritos una persona que después supimos que se llamaría “El Tano”.
-Ehhhh si, aguante Sumo. –Zinni, nunca sabe a quién seguirle la corriente y a quién no.
-El otro día en Obras yo era el que prendías bengalas rojas con él. –Cuando mencionó “él” se refería a su ladero “El Rolo”.
Zinni le seguía la charla, mientras Geri y yo asentíamos con la cabeza y metíamos algún bocadillo cada tanto.
Los muchachos tendrían entre veinte y veinticinco años, morochos, no muy altos y ropa deportiva. Cualquier parecido con “el pibe cantina” de Yerba Brava, es pura coincidencia. Parecían amigables (en un primer momento). Seguían charlándonos, comentando que eran barras de River, que iban a todos lados, etc.. Terminada la charla se retiraron.
El día normal seguía. Sacamos nuestras entradas y nos dirigimos hacia el Puente Labruna, para cruzar hacia Ciudad Universitaria y tomar el colectivo de vuelta. ¿Quiénes estaban arriba del puente? Si, el Tano y el Rolo.
-Eh, loco, ¿cómo va?
-Ya nos estamos yendo a tomar el bondi. –Les comentamos.
-Uh, menos mal, porque nosotros no somos de acá y no sabemos donde paran. Los acompañamos. –Con el diario del Lunes, podemos decir que somos unos estúpidos. Los muchachos se jactaban de ser barras de River, pero desconocían donde paraban los colectivos en su propia cancha. Raro, pero en ese momento no se nos cruzó por la cabeza.
Llegamos a las paradas del colectivo. Geri se toma el 160, y nosotros dos con los muchachos esperamos el 37. Subimos y nos paramos de la mitad para el fondo, porque salió completo.
La charla en el viaje ya no era tan amigable. El “flaco vos te tenés que recatar” del Rolo ya me estaba hinchando las pelotas y al mismo tiempo el Tano estaba sentado y le proponía a Zinni hacerle upita (o upite, nadie sabe).
-Bueno loco, denme las entradas, se terminó el jueguito acá.
-No las tenemos, se las llevó el otro chico.
–Salida rápida, pero que no funcionó.
-Loco, te dije que te tenés que recatar. –En ese momento el Rolo me agarra la mano, la mete en su bolsillo y me hace sentir el fierro que tenía. La cosa cambiaba, ya se estaba poniendo más pesada.
De repente, no se que maniobra hacen pero terminan con dos de nuestras cuatro entradas y a cambio el Rolo me da una de River – San Lorenzo que aún conservo. No se por qué, no entendí lo que pasó. Lo que único que puedo decir es que la estábamos pasando mal, y que apenas vimos la puerta abierta, nos miramos y huimos como nunca.
Pero la anécdota no termina ahí. Esa noche, fuimos a una fiesta en el viejo Galpón de Moreno. Birra libre como era habitual por aquellos años, pedo garantizado. Fue la primer noche en mi vida (creo que la de Zinni también) en la cual nos agarro el famoso “pedo triste”. El último recuerdo que me queda de ésta historia es en un costado los dos abrazados y llorando como nunca.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

El gordo Bugui

El Chevallier no llegaba más. Habíamos llegado a la conclusión de que ese bondi no era un lechero sino un tambo. Llegar a Tucumán era como llegar a Europa nadando y encima tenía que soportar unas veinte horas escuchando al Negro cantar:
-Y… Chevallieeeeeer… La Cocha, La Cocha, La Cocha de su maaaaaadre. –Aunque no me quejo, me colgaba yo también y cantábamos juntos.
A eso de las cuatro de la tarde ya estábamos disfrutando de los mates de Doña María con unos cincuenta grados a la sombra, pero nada importaba, ya eran vacaciones. Como solamente íbamos a estar ahí unos días, esa noche era la única de Sábado como para descontrolar un poco.
-Hagamos algo pero tranquilo que el viaje nos liquidó.
-Mirá, podemos ir hasta el pueblo, comemos algo por ahí, tomamos unas birras y nos vamos a una bailanta. –Comenta Ari.
Llegada la noche vamos hasta Aguilares y buscamos un lugar para comer y tomar algo. Pedimos unas hamburguesas, choris, tamales y cerveza, hasta que llegó la hora de enfilar para la bailanta. Ahí viene el dueño:
-¿Ustedes son porteños?
-Si, ¿por?
–Lo comentamos en vos baja porque somos concientes del odio que nos tienen en el interior.
-¿Van a salir?
-Si, nos dijeron que hay una bailanta y queremos ir a ver que onda.
-¿Ustedes? Flacos, son porteños, de ahí salen tajeados, sin dudas.

Lo había dicho con un nivel de seriedad tan grande que pensamos al respecto y desistimos de la idea.
-Si quieren, yo les puedo decir de un boliche copado donde no van a tener problemas.
Termina de comentarnos y rápidamente se postula para llevarnos en su auto porque tenía que ir para ese lado. Lógicamente aceptamos y cuando arribamos al lugar nos dice:
-Loco, pásenla bien. Cualquier cosita, saben donde encontrarme. Soy el gordo Bugui. –Se presentó cual capo mafia mientras su mandíbula bailaba al ritmo de la cumbia colombiana.
El lugar no era nuestro estilo. Era el típico boliche frecuentado por la oligarquía tucumana, pero sus precios no decían lo mismo. Las chicas, diviiiiinas.
-Che, muchachos, el Branca está siete mangos. –Mi cara de felicidad era tal que estaba dispuesto a dejar todo mi dinero en esa barra.
Uno, dos, tres, cuatro, innumerable cantidad de fernet y vino. Baile va, baile viene, chicas van, chicas vienen. Tengo el leve recuerdo de comentarle a una cuarentona toda recauchutada, “nooooo, vos tenés 24 como mucho, no te hagas la mayor”. Y de repente:
-Nooooo, loco, en el medio de esa pista hay un toro mecánico. –Creo que no había terminado de decir la frase que el Negro lo estaba montando.
Se ve que el muchacho que lo manejaba disfrutó mucho de nuestro nivel etílico y de nuestra condición de porteños porque no duramos mucho ahí arriba.
Y cuando estábamos en el punto más alto, se prenden las luces, se apaga la música y la gente comienza a retirarse sin disturbio alguno. ¡Loco son las cuatro de la mañana! No quedó otra que emprender la retirada mientras enchufadísimos preguntábamos “¿dónde sigue esto?”. No se donde seguía, pero yo terminé abrazado a un poste de luz.

sábado, 12 de septiembre de 2009

¡No entiendo nada!

Todas las noches de aquellos años eran locas, y ésta no era la excepción. Caminando por las calles de Gesell, Gonzalo tiene la idea de hacer un asado en el camping con dos muchachos de La Plata que había conocido ahí. Obviamente aceptamos rápidamente y dividimos las tareas organizativas.
Con todo ya preparado, nos juntamos ahí a eso de las siete u ocho de la noche. Éramos los platenses, Nacho, Gonzalo, el Negro, Seba y yo (creo que no me olvido de ninguno). Comimos y chupamos mucha birra y vino hasta estar bastante entonados. Ahí surgió la idea y el problema de salir. Digo “problema” porque era muy jodido caminar como veinte cuadras en ese estado. Pero el platense tenía la solución:
-Vamo en el auto tranquilos y lo dejamos por ahí.
-Bueno, dale.

Nos mandamos de cabeza al VW Gol dos puertas. Yo iba atrás y si mal no recuerdo tenía al Negro encima mío. Sonaba “Panic Show” a todo lo que da y fue justo en ese momento cuando inmortalicé una frase que hasta el día de hoy recordamos con alegría y con su cuota bizarra:
-Loco, no entiendo nada…
Es difícil explicar la situación con palabras, pero fueron esas las mejores que encontré. Y así era, me sentía extraño. Todos borrachos, en la costa, sonaba La Renga y el destino era incierto.
Bajamos en la playa, debajo de un puente. Nos pusimos a escuchar música y joder ahí cunado siento que algo adentro mío quería salir. Me arrimo a un árbol y me echo un pato jodidísimo mientras que Seba me mira y me dice:
-Nacho, ¿vos masticás la comida? Hijo de puta, están los cachos de carne enteros.
-¿Vos me estás jodiendo? Dejame vomitar en paz…

Ya más aliviado sigo cantando. De repente todos nos damos vuelta y vemos que uno de los muchachos de La Plata se introduce una mano en el culo y mirándonos a los ojos, nos dice:
-Chicos, me cagué encima. -Creo que lo bizarro de esa frase me hizo vomitar de nuevo y al mismo tiempo reírme muchísimo.
No se cómo terminó la noche, solo recuerdo mi final, en el cual Lore y Marce me cargaron hacía el viejo y querido Halloween, para coronar una noche de terror.

martes, 8 de septiembre de 2009

La vuelta

Ya me había despedido de Lu y tenía que emprender la retirada. El hambre y las ganas de una cama cómoda aceleraron la vuelta. Pero faltaba algo. Atravesar Bolivia por tierra, solo.
Subo al micro que me llevaba de Copacabana a La Paz y me siento junto a una ventana. Estaba bien, era confortable, aunque de todas maneras el trayecto era de no más de dos horas. Al rato, algo extraño. Nos dicen que bajemos y no entendía por qué hasta que miré al frente. Estaba el lago ahí, esperando para ser cruzado, pero no había ningún puente.
Me subo a un vote, miro hacia atrás y veo el micro flotar en una madera. Nunca lo había visto en mi vida y solamente podía pensar: “la puta madre que los re mil parió… en ese micro están mis cosas”. Sin embargo nada extraño pasó y el micro siguió su camino hacia la capital.

Eran como las dos de la tarde y me anoticio que el bondi no iba a la terminal si no que me dejaría como a unas quince cuadras. Bueno, al menos veo un poco La Paz. Bajo con mi mochilota y empiezo a caminar. Yo pensaba que como el centro porteño no había nada, pero claramente viví engañado.
Calles de adoquines, en zigzag, que suben y bajan, sin semáforos, nadie te deja cruzar, en fin… un caos. Ya en la terminal y consulto en todas las empresas, hasta que llego a la última y compro el único pasaje que quedaba hacia Villazón. A eso de las siete de la tarde veo al micro ingresar a la plataforma (cualquier parecido con un galpón es pura coincidencia). Indescriptible. Un 0 Km. de 1980, pero bueno, si está en circulación debe estar completito y andando joya.
Me ubico en mi asiento y analizo lentamente el entorno. No había aire acondicionado, nada de TV, nada de limpieza y nada de baño. Claro, omití aclarar que el viaje es de más o menos 24 horas.
Lo peor no había llegado. Antes de salir de la ciudad, hace otra parada en donde el chofer sube:
-Señores pasajeros, ustedes saben como es esto. Cuiden sus cosas porque no podemos controlar quién sube al micro. No nos haremos responsables por algún faltante.
Hasta ahí nada diferente a subir al Sarmiento en hora pico. Justo cuando termino ese pensamiento se sube un gordo indescriptible que tenía boleto en el asiento de al lado mío. El olor de ese muchacho es algo parecido a bañarse solamente los 30 de Febrero, con todo lo que eso implica. Y encima la gente lugareña comenzó a comer pollo frito.
Por suerte después de estar un rato detenidos salimos a la ruta. Llamar “ruta” a eso es un decir. Es completamente de tierra con subidas y bajadas pronunciadas y con caídas muy grandes en sus laterales. Decidí dormir y esperar el llamado de la muerte.
Me despierto con mucho calor porque ya era de día. Abro la ventana y me recibe una cantidad de tierra que copó todo el micro. La cierro y en ese momento veo que la ruta está cortada.
-Pasajeros, debemos aguardar unas horas aquí, debido a que está cortada la arteria por reformas. -¿Reformas de qué si es de tierra?
Me quedé bajo el sol dos horas más o menos y arrancamos de nuevo. Al rato, otra parada. Ésta era técnica, exclusivamente para la gente que tenías ganas de ir al baño. Entro a una suerte de bar, previo paso por caja y entro. Era un balde. Tuve que mear ahí, salir a la vereda, tirar el meo y volver a poner el balde en su lugar. Si, si, pagué por eso.
Finalmente llegué a destino. Quería abandonar ese lugar lo más rápido posible, por lo que me puse en los primeros lugares para esperar a la persona que baja el equipaje. Pero esa persona nunca llegó. Abrí la compuerta, agarré mi mochila y caminé hacia la frontera. Lo de La Quiaca, otro día lo cuento.

viernes, 4 de septiembre de 2009

Colgados

El Gordo y yo nos teníamos que ir. El cumple de Adri ya había cumplido su ciclo y ambos debíamos concurrir a otras locaciones. Salimos de aquel bar de San Telmo, ebrios, por supuesto, sin saber qué bondi tomar o de qué forma llegar a destino. Pero el semáforo rojo de la esquina me dio la solución. Una grúa se encontraba parada.
-Gordo, ésta nos lleva seguro, vamos.
-Y bueno, vamos.
Me siento en la parte de atrás y me engraso todo el pantalón. No me importaba nada. El Gordo sube atrás mientras que yo le pregunto al chofer hacia dónde iba.
-A Plaza de Mayo.
-¿Nos llevas a dar una vuelta por ahí?
–Le digo.
-Dale, vamos.
Como siempre ocurre en éstas noches alocadas, los recuerdos se vuelven difusos, pero hay cosas que si cierro los ojos las vivo como si fuera ese momento. El gordo colgado de la grúa gritando “¡vamos la Acadé!” cual barrabrava en una final, mientras dábamos vueltas por detrás de la Casa Rosada.
Bajamos en Avenida de Mayo y nos disponíamos a esperar un colectivo, ya no importaba el destino. Y de la nada aparecen unas chicas.
-Chicas, ¿para dónde van?
-Para Palermo. –No recuerdo si estaban buenas o no, así que no las describo.
-Vamos todos en un taxi. –Aceptaron rápidamente.
Terminamos todos subimos al mismo taxi y no se por qué. Bajé en mi lugar y el Gordo siguió con ellas. ¡Bien ahí papá!

Truenoviaje II - Destino: San Pedro.

Ésta vez el destino era San Pedro. El 12 estaba preparado como siempre con su súper-heladera detrás repleta de hielo, fernet y cerveza. Ya nos había fallado una vez, pero ésta vez le teníamos fe porque eran menos de 200 kms. Sin embargo confirmamos que no le gustaba el rock.
Transitando por Eva Perón en compañía de los mismos de siempre (Tina, Flor y Juancho) subo a la Gral. Paz y algo raro pasó. La luz roja se prende manifestando la calentura del vehículo y también la mía. Si, otra vez.
Paramos para ver qué era lo que pasaba y nos fuimos hasta Martínez donde nos juntábamos con el resto de la banda. Otra vez no me iba a pasar lo mismo, así que el 12 se perdió La Renga y se quedó ahí.
Como siempre digo, “de alguna forma llegamos” (eso también incluye a la heladera) y así fue. Conseguimos otro auto, y disfrutamos una noche más de la fiesta y la locura que tanto nos gusta.
Ya para el tercer viaje el protagonista de rengas anécdotas no estará, pero esa es otra historia.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Historia de mierda

El Negro me hizo recordar una...
El día previo a la historia anterior salimos a recorrer la ciudad y buscar algún barcito para tomar algo. El Negro impoluto con sus nuevas zapatillas y su reluciente camperita (ambos productos libres de impuestos, todo sabemos que el Negro no suelta un mango tan fácil). Ari y yo más tranquilos, como siempre.
Encontramos un bar que no nos gustó y salimos a buscar otro. Caminamos uno pasos y ¡pumba! No sabía si reír o llorar. No nos había cagado una paloma, era un elefante volador. El Negro salió ileso, mientras que Ari y yo estábamos cubiertos de mierda.
Caminamos quince cuadras de vuelta al hotel con un olor que hasta el día de hoy me lo acuerdo y me dan ganas de vomitar.

martes, 1 de septiembre de 2009

Aclaraciones

Olvidé aclarar en la nota anterior que los nombres no son los reales y las fotografías meramente ilustrativas.

viernes, 28 de agosto de 2009

Santa María de Iquique... ¡gracias!

Ya hacía varios días que estábamos en la ciudad pero portándonos bien, teníamos que romper la noche de alguna manera. Caminando con el Negro por la calles chilenas de Iquique hacia la playa surgió la idea de buscar algún bar para descontrolar la noche.
-Mirá éste, Negro. Parece bueno, tiene pinta. –Le comento mientras veo un bar bien puesto a la vuelta del hotel.
-Si, podríamos comprar algo para chupar en el hotel y de ahí nos venimos para acá y vemos que hacemos.
El bar parecía bueno, tenía linda pinta de afuera, pero estaba cerrado por lo que no podíamos ver que onda por adentro. De todas maneras cuando volvimos de la playa, compramos un Gato Negro (de dos litros, si, ¡de dos litros!) y le comentamos a Ari el plan para la noche.
Arrancamos a picarnos un poco y llegó la hora de salir. Llegando al bar vemos luces, por lo que inferimos que estaba abierto, pero tenía un cortinado en las ventanas que no nos permitía ver el interior. Abro la cortina de la puerta y me recibe una chica (no muy agraciada) en tanga. Nos miramos, reímos y bueno, entramos.
-Che, ¿Qué es esto? –Le preguntamos ingenuamente a la chica.
-Un café con piernas.
-Ahhhhh.
–Se entendía perfectamente el sentido del lugar.
Tomamos unas birras mientras que las chicas se arrimaban y nos decían que les compramos a ellas también. Claramente no nos conocían, aunque no tardaron mucho en darse cuenta de nuestro presupuesto de viaje. Y ahí entra…
-Una moneda para el show.
-¡No! Olvidate. Acá el presupuesto lo maneja él. –Ari, vivo, le pateó la pelota la Negro.
-¿Eh? No flaca, no hay chance.
El show debía continuar y así fue. Una impresentable se desnudó ante nuestras miradas risueñas. Nunca vi unos patys tan grandes y desagradables.
El lugar no daba para más, por lo que decidimos ir a buscar otro. Cruzamos la calle y encontramos un lugar de similares características en donde nos comentaron que a pocas cuadras había un boliche de salsa (“salsoteca” para usar sus palabras).
Llegamos, entramos y nos mamamos. Tengo recuerdos de estar bailando en el centro de la pista con el Negro haciendo el gallinazo rocanrolero mientras Ari bailaba con una chica. Nos volvimos a juntar y Ari comenta señalando a una chica (bueno, chica es un decir, la edad en ese lugar no bajaba de los cuarenta) que iba a ir por ella.
Era morocha de pelo hasta los hombros, tez oscura, no muy alta. En fin, era un error de la naturaleza. Y no solo eso, hasta el día de hoy tengo un debate en mi cabeza sobre si era hombre o mujer.
-Andá Ari, hay que jugar en todas las canchas. –Lo peor es que se lo tomó en serio, y fue. Mientras tanto las dos personas con buen gusto no podíamos parar de reír. Y ahí surgió una idea.
-Loco, ¿y si la enfiestamos? –Había que tener huevos para eso, sin contar la cuota de mal gusto.
-Y bueno, voy a tirarle la onda. –Ari se arrima y empieza a tramitar la situación.
El boliche cierra y nos vamos los cuatro. El Negro y yo por delante, abrazándonos y llorando de la risa, mientras que la chica (de la cual no recordamos el nombre) preguntaba:
-¿Tus amigos son putos?
-Se, re putos, ahora te lo van a demostrar.
–Comenta Ari mirándonos y riendo.
-¿Qué me van a demostrar? –Ingenua la morocha.
Entramos al hotel, subimos y vemos que minutos más tarde sube Ari, pero sólo. Le consultamos qué había pasado a lo que nos contesta que no habían dejado subir a su princesa. Llegó el alivio para nosotros, no así para Ari que ya estaba en el baile y tenía que bailar. Y así fue, se retiró en un taxi compartido mientras el Negro y yo corríamos en paños menores revoleando baldes de pintura por el balcón (¡¿qué necesidad?!).
A la mañana siguiente escucho que se abre la puerta. Era Ari. No podía hablar de lo tentado que estaba.
-Boludo, ¡qué bizarro! Tenía una cicatriz de acá hasta acá. –Se señalaba desde el cuello hasta la entrepierna.
Perdón Ari, te prendí fuego, pero que gran recuerdo que nos quedó gracias a vos.

lunes, 24 de agosto de 2009

Picada a la parrilla

-Che gordo, ¿hacemos una picadita?
-Dale, vamos.
Caminamos hasta el Disco que está por la 3 y compramos unas diez birras, salamín, queso, pan y no me acuerdo si algo más. Momentos del dólar barato, así que no habremos gastado más de treinta pesos. Volvimos a la casa en donde paraban las chicas y nos pusimos a pelar, cortar y tomar.
Tres y media de la tarde ya estábamos medio puestos. El gordo tirando tiros a su enamorada Caro y yo lo único que hacía era inspeccionar la casa para ver si tenía parrilla.
En un momento los recuerdos se vuelven difusos, pero creo que las birras fueron repuestas un par de veces y de la nada, no se, era de noche y me encontraba tirado en un colchón abrazado a una cacerola de puré frío. ¿Por qué? No tengo la más puta idea. Pero lo único que se, es que allá por el 2003, dos personas rompieron esquemas y crearon algo que se haría popular años más tarde… ¡¿Qué me vienen a hablar de floggers, papá?!

sábado, 22 de agosto de 2009

Inoxidable pasión

Sábado bien temprano, frío, hambre y sueño. Pero había que laburar, aunque esta vez de una manera diferente. Había que dar una mano a una institución devastada. Estadio clausurado, venido a menos y abandonado por el paso de los años y desidia de mucha gente que se llenó la boca diciendo tener sangre roja y blanca.
Éramos pocos, no superábamos los treinta (ni en cantidad, ni en edad). Ninguna sabe lo que es una alegría pero conoce ese nombre cargado de energía: Parque de los Patricios.
Ese día el trabajo había terminado pero faltaba mucho por hacer. Decidimos llevarnos un momento único que jamás se va a borrar de nuestras mentes.

Camiseta en el pecho y el túnel ahí, a la espera de ser atravesado.
Nunca sentí algo igual. Trotando hacia el centro del campo en mi cabeza sonaban los gritos de cuarenta mil almas gritando “Nachooooo, Nachoooo”. Era real.
Y allá en el centro, brazos extendidos al cielo, saludando a esas almas sufridas que un día van a ver materializada su ilusión de ver al globo campeón.

viernes, 21 de agosto de 2009

No me importa nada

Se hizo esperar 24 añitos, pero ese día había llegado. Incontables kilómetros de ruta, tablones, tumultos, palos, piedras, piñas y corridas. Casi todo dado para que el Globo de la vuelta allá en Liniers.
El drama aparecía cuando uno quería ser parte de esos 4.500 tocados por Dios para llevar el aliento al Fortín. Dieciséis horas de cola, y nada. Pero no importa, íbamos a estar ahí como sea, de eso no había dudas.
Y bueno, marchen cuatro plateas locales, no me importa nada.
El Palio temblaba por la 25 de Mayo al grito de “la pandilla de Liniers se la aguanta en todos lados”. Llegamos y nos arrimamos a la popular local. La gente gritaba eufórica “el que no salta es de Huracán”. Bueno, había que saltar o salir en cajón., no había alternativa. Ningún inconveniente hasta que se nos ocurre corroborar si esa era la entrada. Efectivamente era así y por esa movida algunos nos detectaron como extraños.
En ese momento alguien agarra mi hombro y el de Adrián. Era un ropero.
-Aguante Vélez, ¿no?
-Obvio, papá, hoy damos la vuelta. –Comentamos mientras que el gordo leía la revista de Vélez como si fuera la Biblia.
-Me llama la atención que sean cuatro juntitos y no tengan nada de Vélez.
-No traemos nada a la cancha. –Exclama Adrián mientras yo rezaba que no le salte el diablito. Eso si, si nos íbamos en ambulancia, nos llevábamos a uno y ese muchacho tenía todos los números.
Seguía en su provocación pero tratamos de llevar la situación. Pasamos el molinete y veo que Adrián me hace señas y me indica que los muchachos nos estaban esperando en un costado. Aguantamos al gordo y a Pato y les comentamos como estaban las cosas. Los bombos sonaban a metros nuestro y eso no era bueno.
Caminamos por el playón hacia la Platea Sur mientras seguían agitando “eh, estos son de Huracán, que se vayan”.
-Flaco, dejate de romper las bolas. –Bien Adri ahí, eh.
Así toda la escalera. Era la boca del lobo. Nunca me sentí tan visitante en mi vida. En la discusión se arriman unos policías para ver que pasaba, a lo que contestamos explicándole la situación.
-No flacos, ustedes están locos, de acá no salen vivos. –Comenta el uniformado al servicio de la comunidad.
-Nos van a tener que acompañar. –El cabeza de tortuga no dice que lo sigamos.
El destino era incierto. Bajábamos mientras que todos subían, situación rara si las hay. Nos encontramos nuevamente en el playón donde una comitiva policial evaluaba que hacer con nosotros. Luego de disparatadas opciones como por ejemplo salir por la entrada de la popular local y probar suerte dando la vuelta, se arrima un oficial que nos invita a seguirlo. Obviamente no sabíamos hacia donde, pero no había opción.
Adrián y yo íbamos al frente, mientras pensábamos en la idea de ingresar a la visitante gracias al oficial.
-Che Adri, habrá que adornarlo, ¿no?
-Si, me parece que sí, se está portando bien. ¿Cuánto le damos?
-¿50? –Le digo.
-Si, si.
-Dale, pone vos que después arreglamos.
–Creo que ese “después” nunca llegó.
Y ahí sale Adriancito:
-Bien loco eh, te estás portando bien. Quedate tranquilo que hoy cuando salís tenés para el cafecito.
-Pero me gusta tomar en vaso largo. –A estos le das la mano y te agarran el brazo.
Se abre una reja, paso yo primero y ahí lo veo. Estaba en casa. La Banda de La Quema sonaba como nunca. Más linda imposible. A los abrazos y besos, saltamos con la certeza de saber que volvíamos a casa enteros.

“Y no me importa en que cancha juguemos.
A los quemeros los sigo a donde van.
Vamo´ quemeros, vamo´ a ganar,
vamo´ quemero cada vez te quiero más…”

sábado, 15 de agosto de 2009

Patadones por Patacones

¡Éramos tan pobres! Salíamos a matar las noches con billetes truchos. Va, billetes, los viejos y queridos patacones. Eran de veinte y nos salvaron más de una vez, pero ésta no era una de esas.
El lugar elegido era un boliche del barrio de Congreso. Me llamaba la atención que Adrián siempre quería pagar.
-Tomá boludo, andá a la barra, sacá lo que quieras. –Salir con veinte mangos en esa época era sinónimo de millonario.

-Flaca, ¿me das dos? –No recuerdo bien, pero creo que era Gancia.
Agarra el dinero y se los pone a observar detenidamente. No se qué carajo miraba si los patacones eran truchos por definición.
-¿No tenés otro billete? Porque éste es trucho. Lo vas a tener que venir a retirar cuando te vayas.
Y ahí viene corriendo el diablito a la enésima potencia. Salta la barra y se la quería comer cruda, mientras que la mina me decía “ahora este billetito no lo ves más”.
-Ahhhh, dámelo salame. –Logro agarrarlo en el mismo momento que veo que un tipo que se parecía a Polino lo estaba sacando a Adrián de la barra.
Cuando me quiero dar cuenta de la realidad, el boliche hizo un círculo y nosotros dos estábamos en el medio a las manos. En ese momento aparece un oso que me dice:
-Flaco, te voy a sacar a la calle con patadas en el orto.
-Sácame puto si te la bancas. –Le comento haciéndome el guapo.
Y así fue, me sacó los cien metros que había hacia la vereda con patadas en el orto, mientras que Adriancito seguía recibiendo.
Ya en la calle, nos compramos panchos, con el mismo billete, obvio.

viernes, 14 de agosto de 2009

Con entrada en la mano

¿Se dice “pelado puto” o “sorete”? Sin dudas la primera, sin embargo para Adri no.
Nos remontamos al pasado 20 de Febrero en donde el globito media fuerzas con el lobo platense. Rutina típica de birras, fernet y caminata hacia el Palacio Tomás A. Ducó para entrar por la puerta de siempre. Como es habitual, Adri primero debido a la falsa identidad de su carnet de socio. Pasa sin dramas y ahí voy yo, el titular, con todo legal, pero…
-No papá, tu carnet ya está ingresado, volá de acá y andá a buscarlo el Lunes a la sede. Te lo tengo que retener. –No es habitual en mi, pero cada tanto salta el diablito típico de Adriancito.
-¿Qué dijiste, puto? Yo no ingresé nada. ¡Reteneme ésta! –Salto la valla cual medallista olímpica, mientras los ligamientos de las rodillas pedían “por favor”.
-¿Qué hacés flaco? Policía, sáquenlo.
-¿Por qué no me sacas vos, pelado chupa pijas? –Justo cuando un oficial me invita a retirarme por la fuerza.
Era la segunda vez que me pasaba, y da la casualidad que la primera también estaba con Adrián. De la nada se armó un tumulto y en el medio nos encontrábamos los dos repartiendo y recibiendo. Más que nada, la segunda.
El partido ya no me importaba nada, el carnet tampoco, lo único que quería era matarlo. Entramos igual, gracias a conocidos que me facilitaron entradas y al pasar el molinete tiré una frase que quedará inmortalizada.
-Pelado, no te olvides de esta carita eh.
El tiempo me dio la razón. El sistema fallaba al igual que Adrián que hasta el día de hoy me discute argumentando que era mejor decir “sorete” que “pelado puto”.

Abrazo de gol

Hasta el día de hoy no se cuál es la mejor compañía, si Zinni o el alcohol que pasó por nuestras manos esa noche, aunque si me pongo a pensar con detenimiento creo que me inclino por esa belleza y deliciosa amistad que me brinda el copete.
Noche gesellina y como todas las de aquellos años, bien fiesteras y descontroladas. Ésta fue tranquila, pero queda en el recuerdo por la imagen mental que al día de hoy tengo del muchacho abrazando el inodoro.
Las chicas salieron pero nosotros no ya que nuestro estado etílico nos decía “muchachos, no están capacitados para bajar tres pisos por las escaleras”.
Horas y horas sentando en el sillón a oscuras escuchando en mi mente música de punchi-punchi la cual nunca sonó en la realidad, mientras que mi compañero se encontraba abrazando el retrete, pero sin apoyar las rodillas en el suelo producto de la inundación del baño.
Párrafo aparte para nuestras preguntas a Caro sobre si le había visto la cara a Dios. La respuesta era clara. ¡NO!

jueves, 13 de agosto de 2009

Encuentro quemero

Lugar mágico si los hay. Sed, cansancio y un paupérrimo estado físico, y sin embargo algo te empuja para seguir. Ya era tarde, tipo tres y se venía la lluvia que traía el frío. No daba más pero seguía.
Doblo por un pasillo y veo a alguien que me hace caer lágrimas, mientras él también lloraba. Me acerco, lo miro y nos damos un abrazo interminable, fraternal, de barrio. Era una acción simple que decía muchas cosas.

21 de Enero inolvidable, el día en que el mítico Machu Picchu se tiñó de rojo y blanco para siempre.

lunes, 10 de agosto de 2009

Furia Roja

Nos remontamos a la hermosa ciudad de Cusco. Más de un mes de viaje y la sed de pasión ya estaba causando estragos. Estaba viajando hacia Chinchero en un bondi bastante particular con la grata compañía de Ari y de Lu.
En ese momento la chica de ojos lindos me comenta haber visto un cartel que informaba un partido de fútbol. El problema era que se jugaba ese mismo día y en una hora y media en el estadio del Cienciano.
Ya en Chinchero confirmo lo dicho y arranco.
-Muchachos, todo bien con los Incas, las ruinas y toda esta movida cultural, pero yo necesito fútbol. Así que, disfruten que yo me vuelvo a Cusco como sea.
Me despedí de ellos previo pacto de juntarnos a las 18:30 horas en la Plaza de Armas. Mientras tanto caminaba por ahí averiguando cuál era la forma más rápida de llegar al estadio. Me dijeron que lo mejor era tomarse un colectivo, por lo que imaginé viajar de la misma manera en la que había ido. Pero no. Era un auto en el cual se subieron varias personas (seis éramos si mal no recuerdo), pero que más allá de la incomodidad rápidamente me dejó en destino.
Tenía la incertidumbre de si era o no violento el fútbol peruano, por lo que no sabía si ir a la popular o a la platea. Llevaba mis ya clásicos largos del Globo, y el pensamiento de si eso generaría algún problema. Cuando de la nada escucho:
-¡Nacho! –Raro que alguien me conozca en ese lugar.
Ahí aparecieron. Eran unos seis argentinos que había conocido en Machu Picchu al pedirme que les saque una foto y habíamos pegado buena onda.
Muy parecidos a mi, no había dudas ya. ¡Popular!
Cienciano contra The Srongest, partido amistoso horrible (2 a 2). La Furia Roja (barra local) aplaudía al visitante. Una cosa de locos. Por suerte pudimos enseñarle que eso no se hacía y les enseñamos un par de insultos bien acordes a la situación.
Finalizado el partido, me invitaron a cenar y a emborracharnos juntos. Un gran recuerdo.

Eso si, se me hizo tarde y tuve que aguantar unos insultos y algunos golpes de Lu. Pero supo disculparme y más ahora que la llamé “la chica de ojos lindos”.

Libre como el sol cuando amanece

¿Quién diría que después de ir al casino íbamos a terminar así? Noche de delirio en San Bernardo y kilómetros de caminata hasta Mar de Ajó para matar el vicio del juego. El Negro y yo, en cero. Zinni, bien ahí papá. Eche, ¡ay Eche, ay Eche! Se hizo adicto al juego el muy hijo de puta.
Caminata de vuelta mientras surgía la idea de ir a Gesell de nuevo. Y bueno, vamos. Ocho de la mañana en Calle 3 y ciento cuarenta y algo. Geri y el humor característico de Gastón aparecen de sorpresa.
-Che, quedémonos acá un rato que estamos liquidados. –Noche larga para el animal humano.
Minutos más tarde, todos durmiendo. Pero no estábamos solos, teníamos la grata compañía de nuestros bártulos. Y de repente, una patada me despierta. Mis ojos se abren con el pensamiento de “¿quién será el hijo de puta que me está despertando?”.
-Flaco, despertá a tus amigos y deciles que se pongan todos sentaditos contra la pared. –Oficial pelado y con mucha cara de vigilante (“oficial” y “vigilante” suena redundante, ¿no?).
-Muchachos, tenemos compañía.
Por alguna razón que no voy a mencionar el Negro debía ser llevado a la comisaría y no recuerdo quién tuvo la gran idea de gritar a los cuatro vientos: “si se va él, nos vamos todos”. Y así fue. ¡La concha de su madre!
Fuera cordones, pertenencias, ropa y libertad. Charla va, charla viene y el gran recuerdo del comisario diciendo: “muchaaaaaachos, yo tengo hijos de su edad”. De ahí un lindo viaje al hospital en la patrulla.
-¿Flaco, te trataron bien en la comisaría? –¿Qué mierda íbamos a contestar si el policía entraba con nosotros?
-Claro doctor, mejor imposible.
De vuelta a casa. Perdón, a la comisaría. Paso por caja y a la calle.
Ah, Negro, creo que alguien nos debe guita y todos los dedos te acusan.

sábado, 8 de agosto de 2009

Truenoviaje: Rafaela - "No corro, vuelo bajito"

El destino era Rafaela con Juancho (Manu para algunos), Tina y Flor. La Renga sonaba a más no poder y el 12 hacía lo único que sabía hacer. Pistear como un campeón.
A Rosario sin problemas, pero quedaban unos 200 kms. por la Ruta 34 para llegar a destino.
-Che Juancho, este ruido no me gusta para nada. –Fiel conocedor de los ruidos del hermano automotor.

Y de repente. Luz roja de “su auto se está fundiendo”.
-Bueno gente, vamos a tener que hacer dedo para llegar a una estación a comprar la correa de repuesto.
Para un camionero muy amigable que nos plantea no solo llevar a uno a la estación sino llevar el auto también con nosotros arriba.
Camión con acoplado, con un auto enganchado atrás a 120 kms/h y pasando autos. Cualquier parecido con una locura, es pura coincidencia.
El auto se arregla y a los pocos kms. muere nuevamente. Por suerte La Renga es amistad, es hermandad y es solidaridad. Compañeros roqueros del país nos hicieron la gauchada de llevarnos y poder disfrutar de lo frágil de la locura.
La vuelta, otra historia. Mujeres en micro, Manu y yo en el nave, eso si, a no más de 60 kms/h. Salimos el Domingo a la mañana y el lunes una horita antes de laburar estábamos en casa, pero con una baja, el 12.



El 12 era así, "y al que no le gusta, se baja".

Miravé solitaria

Caminando desde Barracas hasta el Palacio, obviamente con Adriancito. ¿Vestimenta? Tranquila, los largos del Globo y el resto, neutral. A lo lejos un camión de basura, un volquete o algo así. Ya no recuerdo. De ahí sale un muchacho que no fue ni dotado con el don de la belleza, ni con el de la blancura.
-Eh loco, ¿de qué cuadro son?
-De Huracán, ¿por?
–Adriancito comenta.
-Ahhhhh, son de Huracán. Porque yo soy de Chicago. –En realidad dijo “shicago”.
-¿Y?
-Y nada, van a tener que correr.
Ahí salté yo para poner ponerle un poco los puntos a este espécimen.
-Bueno Adri, vamos a tener que correr.
Me sentí Forest. Corrí como nunca. Soldado que huye sirve para otra guerra. Y tuvimos varias más.
Eso es tener huevos.

Rosario siempre estuvo cerca

Caravana a Rosario. Esta vez en los micros, nada de manejar. Aprovechemos para tomar Branca en jarra entonces en compañía de personajes entrañables. El Melli y su hermano apuñalado, el muchacho del rallador y un par más.
No se dio lamentablemente, pero que lindo que sonaba…


“Que nos traigan la falopa y todo el vino. De la mano de Angelito, la vuelta vamos a dar”.

¡Dale Nacho!

En la inmensidad del desierto chileno encontramos agua. Divina la guacha, eso sí, había solo una forma de tirarse. Bueno, el que dice “una”, dice “dos”.







-Dale Nachooooooo…

Años de natación para esto, mamiiiiiita.

Bidón

No se si era el bidón o qué cosa, pero que la noche fue bizarra, de eso no hay dudas.
Enero de 2003, que lejos quedaste. Ni las cámaras digitales existían… Sonaba Mancha de Rolando pero con mi voz y con la guitarra de Narso. Triste, pero real.
El camping estaba pidiendo fiesta. ¿Se la damos, Ari? Y bueno. Un kilito de limones, una bolsa de hielo, y el infaltable compañero de aquellas épocas, el vinito de cartón. Alta sangría en el bidón que fue testigo de aquella noche. Narso, para variar, no toma ni agua de la canilla. Matías, sale a tomar aire y se empeda.
Y allá entra. ¡Rubia imponente!
-Mati, es tuya, andá.
-Naaaaa…
-Boludo, te está mirando, andá.
-Bueno, si no queda otra.
Allá se iba el ganador con la chica, ante la mirada atónita de Ari y mía. Salimos a buscar joda, con el bidón por supuesto, el cual ya había sido recargado. Y… ¿qué pasó?
-Ari, ¿ese no es Matías?
-Si boludo, viene con bolsos.

Servicial el muchacho con la chica y su novio. ¿Servicial? No. “Pelotudo” se dice.
Ya fue, vamos a buscar joda. La encontramos. Apertura de boliche, birra libre, y el doble de Charly García para ponerle un toque de pimienta a la cosa.
¿El bidón? Esperándonos afuera, como corresponde.
Y arranca:
-Loco, me siento mal. Sáquenme de acá. Por favor. Quiero ir a la carpa.
Y así terminó, colita arriba y en slip, mientras nosotros seguíamos en compañía del bidón girando por las calles gesellinas.
Quedan preguntas igual de esa noche. ¿Dónde quedó el vaso de Narso? ¿Por qué con Ari ayudamos a un vago borracho a subir a un camión frigorífico y su gente lo dejó encerrado ahí?

viernes, 7 de agosto de 2009

¡Viva Jujuy! ¡Viva el amor!

Una noche en la terminal de micros de San Salvador de Jujuy. ¿Jodido? ¿Peligroso? ¿Aburrido? De todo un poco… pero con algo hay que entretenerse. ¿Qué opinás Negro?

¡Elena no!


Así arrancó el 2009 y el viaje. Risas, risas y más risas.
¡Del desierto a Machu Picchu, papá!