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-Eh, loco, aguante Sumo, amigo. –Comenta a los gritos una persona que después supimos que se llamaría “El Tano”.
-Ehhhh si, aguante Sumo. –Zinni, nunca sabe a quién seguirle la corriente y a quién no.
-El otro día en Obras yo era el que prendías bengalas rojas con él. –Cuando mencionó “él” se refería a su ladero “El Rolo”.
Zinni le seguía la charla, mientras Geri y yo asentíamos con la cabeza y metíamos algún bocadillo cada tanto.
Los muchachos tendrían entre veinte y veinticinco años, morochos, no muy altos y ropa deportiva. Cualquier parecido con “el pibe cantina” de Yerba Brava, es pura coincidencia. Parecían amigables (en un primer momento). Seguían charlándonos, comentando que eran barras de River, que iban a todos lados, etc.. Terminada la charla se retiraron.
El día normal seguía. Sacamos nuestras entradas y nos dirigimos hacia el Puente Labruna, para cruzar hacia Ciudad Universitaria y tomar el colectivo de vuelta. ¿Quiénes estaban arriba del puente? Si, el Tano y el Rolo.
-Eh, loco, ¿cómo va?
-Ya nos estamos yendo a tomar el bondi. –Les comentamos.
-Uh, menos mal, porque nosotros no somos de acá y no sabemos donde paran. Los acompañamos. –Con el diario del Lunes, podemos decir que somos unos estúpidos. Los muchachos se jactaban de ser barras de River, pero desconocían donde paraban los colectivos en su propia cancha. Raro, pero en ese momento no se nos cruzó por la cabeza.
Llegamos a las paradas del colectivo. Geri se toma el 160, y nosotros dos con los muchachos esperamos el 37. Subimos y nos paramos de la mitad para el fondo, porque salió completo.
La charla en el viaje ya no era tan amigable. El “flaco vos te tenés que recatar” del Rolo ya me estaba hinchando las pelotas y al mismo tiempo el Tano estaba sentado y le proponía a Zinni hacerle upita (o upite, nadie sabe).
-Bueno loco, denme las entradas, se terminó el jueguito acá.
-No las tenemos, se las llevó el otro chico. –Salida rápida, pero que no funcionó.
-Loco, te dije que te tenés que recatar. –En ese momento el Rolo me agarra la mano, la mete en su bolsillo y me hace sentir el fierro que tenía. La cosa cambiaba, ya se estaba poniendo más pesada.
De repente, no se que maniobra hacen pero terminan con dos de nuestras cuatro entradas y a cambio el Rolo me da una de River – San Lorenzo que aún conservo. No se por qué, no entendí lo que pasó. Lo que único que puedo decir es que la estábamos pasando mal, y que apenas vimos la puerta abierta, nos miramos y huimos como nunca.
Pero la anécdota no termina ahí. Esa noche, fuimos a una fiesta en el viejo Galpón de Moreno. Birra libre como era habitual por aquellos años, pedo garantizado. Fue la primer noche en mi vida (creo que la de Zinni también) en la cual nos agarro el famoso “pedo triste”. El último recuerdo que me queda de ésta historia es en un costado los dos abrazados y llorando como nunca.
realemente lloraron?????? como lo voy a boquear a zinni... flor de puto resulto ser... seguro tambien se sento en el pelado del rolo
ResponderBorrarFue un pedo triste... jaja.
ResponderBorrarY lo otro, te puedo asegurar que realmente ocurrió y además a Zinni le encantó.