sábado, 15 de agosto de 2009

Patadones por Patacones

¡Éramos tan pobres! Salíamos a matar las noches con billetes truchos. Va, billetes, los viejos y queridos patacones. Eran de veinte y nos salvaron más de una vez, pero ésta no era una de esas.
El lugar elegido era un boliche del barrio de Congreso. Me llamaba la atención que Adrián siempre quería pagar.
-Tomá boludo, andá a la barra, sacá lo que quieras. –Salir con veinte mangos en esa época era sinónimo de millonario.

-Flaca, ¿me das dos? –No recuerdo bien, pero creo que era Gancia.
Agarra el dinero y se los pone a observar detenidamente. No se qué carajo miraba si los patacones eran truchos por definición.
-¿No tenés otro billete? Porque éste es trucho. Lo vas a tener que venir a retirar cuando te vayas.
Y ahí viene corriendo el diablito a la enésima potencia. Salta la barra y se la quería comer cruda, mientras que la mina me decía “ahora este billetito no lo ves más”.
-Ahhhh, dámelo salame. –Logro agarrarlo en el mismo momento que veo que un tipo que se parecía a Polino lo estaba sacando a Adrián de la barra.
Cuando me quiero dar cuenta de la realidad, el boliche hizo un círculo y nosotros dos estábamos en el medio a las manos. En ese momento aparece un oso que me dice:
-Flaco, te voy a sacar a la calle con patadas en el orto.
-Sácame puto si te la bancas. –Le comento haciéndome el guapo.
Y así fue, me sacó los cien metros que había hacia la vereda con patadas en el orto, mientras que Adriancito seguía recibiendo.
Ya en la calle, nos compramos panchos, con el mismo billete, obvio.

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