miércoles, 31 de marzo de 2010

El fumigador

Ya empezaba a picar el bagre y el sol pegaba fuerte en el parabrisas del Fiesta. La idea de parar a comer no se discutía, el tema era dónde. Ari, sabio rutero, tira el ya clásico “donde hay camiones, se come bien y barato”.
El tenedor libre desolado que exponía su tarifa de cinco pesos había quedado lejos, allá por Cañuelas. Ya estábamos pasando Olavarría y no quedaban muchos lugares a los costados del camino.
-Paremos ahí que hay un camión. –Comenta Ari, insistente con su teoría.
El lugar era una casa que tenía un par de mesas y una especie de barra que hacía las veces de mostrador, del cual salió una señora entrada en kilos muy amable.
-Les traigo un vinito, chicos.
-No gracias, tengo que manejar.Zinni y Ari tampoco quisieron, así que pedimos 7up.
Sin mediar palabra alguna, nos arrimó a la mesa una bandeja con salamín, quesito y mortadela. Nadie se negó, pero nuestras miradas se cruzaban pensando “¿es amable o nos la va a mandar a guardar con el precio?".
Para comer me pedí unas empanaditas y los pibes un bife a caballo. En ese momento, entra un muchacho de unos treinta, ojos claros y aire de campo montando una Hilux cero kilómetro que nos pregunta si se puede sentar. Obviamente dijimos que si.
Charla va, charla viene. Ari pregunta cómo habían vivido ahí el conflicto del campo.
-Acá nos unimos todos. Yo no estoy en contra de las medidas, pero tienen que ser parejas siempre. Si yo pierdo, vos perdés, si yo gano, vos ganás. Claaaaro, somos socios en las buenas nada más… ¡así no! –Nos mirábamos sin emitir muchos comentarios mientras que él continuaba- Yo antes alquilaba mi campo, ahora tengo que trabajarlo yo, no doy abasto, es muy complicado, te ocupa mucho tiempo.
Mientras comentaba sus arduas tareas y poco redituables según su parecer, yo miraba atento la camioneta y la comparaba con el Fiesta que daba pena a su lado. Cabe aclarar que eran las dos de la tarde y mientras el muchacho se quejaba de su falta de tiempo, se encontraba tirado en una silla, muy relajado, tomando vinito y comiéndose un par de empanadas.
Le consultamos cómo venía su día y la respuesta fue:
-Uhhhhh, hoy es un día terrible, tengo que esperar al fumigador, que viene como a las cuatro. –Me daban unas ganas terribles de obligarlo a pasar ocho horas en el centro manejando un taxi, gordo hijo de puta.
Llegada la hora de retirarnos del lugar, la señora nos ofrece una factura, le dijimos que si suponiendo que iba a venir detallada. No fue así y encima el importe era demasiado abultado para nuestro presupuesto.
En fin, gracias a Ari, conocimos la situación del hombre de campo, no pudimos confirmar sus dichos sobre los camioneros y encima gastamos el triple de lo que estaba pensado para comer. ¡Gracias Ari!

martes, 2 de marzo de 2010

Esto es de pobre

Las razones del viaje a Mar del Plata no eran las mejores pero había que ir igual. Nos tocó el último fin de semana de la temporada por lo que el sábado a la noche lo aprovechamos para salir de gira.
Conseguimos que unos conocidos del Gordo nos agasajen con un asadito, vino y cerveza lo que generó que a media noche ya estuviéramos bastante copeteados.
-Gente, yo así no manejo, así que vayamos al hotel a dejar el auto y nos tomamos un taxi. –Como siempre yo conciente, no así Adrián.
Fuimos a un bolichón, ya no me acuerdo en donde y nos clavamos unas birras más. Nada descontrolado porque como dije antes, no era un viaje de placer.
Termina la noche y había que volver a la otra punta de la ciudad. No había problemas de dinero ni discusión alguna, la idea era tomar taxi. El problema es que no pasaba ninguno.
-Caminemos, así nos vamos arrimando y apenas veamos uno lo paramos.
Cuadras, cuadras y cuadras… nada. Para el Gordo, para Palmito y para mi no era tan grave, pero Adrián arrancó:
-Mirá voooo… esto es de pobre. Estas cosas me rompen las pelotas. Esto es de pobre. –Mientras se empacaba como pendejo y se sentaba en la verdad gritando “yo no camino más” y sus manos golpeaban entre sí.
-Adrián dejate de romper las bolas y caminá.
-Nooooo, loco, mira vooooooo... –Seguía hinchando las pelotas.
Finalmente el taxi llegó y Adrián se callo la boca. Que pibe hincha pelotas cuando toma, ¡por Dios!
Ah, me olvidaba, llamá a Carlitos y decile que agarre el auto y nos venga a buscar.