viernes, 28 de agosto de 2009

Santa María de Iquique... ¡gracias!

Ya hacía varios días que estábamos en la ciudad pero portándonos bien, teníamos que romper la noche de alguna manera. Caminando con el Negro por la calles chilenas de Iquique hacia la playa surgió la idea de buscar algún bar para descontrolar la noche.
-Mirá éste, Negro. Parece bueno, tiene pinta. –Le comento mientras veo un bar bien puesto a la vuelta del hotel.
-Si, podríamos comprar algo para chupar en el hotel y de ahí nos venimos para acá y vemos que hacemos.
El bar parecía bueno, tenía linda pinta de afuera, pero estaba cerrado por lo que no podíamos ver que onda por adentro. De todas maneras cuando volvimos de la playa, compramos un Gato Negro (de dos litros, si, ¡de dos litros!) y le comentamos a Ari el plan para la noche.
Arrancamos a picarnos un poco y llegó la hora de salir. Llegando al bar vemos luces, por lo que inferimos que estaba abierto, pero tenía un cortinado en las ventanas que no nos permitía ver el interior. Abro la cortina de la puerta y me recibe una chica (no muy agraciada) en tanga. Nos miramos, reímos y bueno, entramos.
-Che, ¿Qué es esto? –Le preguntamos ingenuamente a la chica.
-Un café con piernas.
-Ahhhhh.
–Se entendía perfectamente el sentido del lugar.
Tomamos unas birras mientras que las chicas se arrimaban y nos decían que les compramos a ellas también. Claramente no nos conocían, aunque no tardaron mucho en darse cuenta de nuestro presupuesto de viaje. Y ahí entra…
-Una moneda para el show.
-¡No! Olvidate. Acá el presupuesto lo maneja él. –Ari, vivo, le pateó la pelota la Negro.
-¿Eh? No flaca, no hay chance.
El show debía continuar y así fue. Una impresentable se desnudó ante nuestras miradas risueñas. Nunca vi unos patys tan grandes y desagradables.
El lugar no daba para más, por lo que decidimos ir a buscar otro. Cruzamos la calle y encontramos un lugar de similares características en donde nos comentaron que a pocas cuadras había un boliche de salsa (“salsoteca” para usar sus palabras).
Llegamos, entramos y nos mamamos. Tengo recuerdos de estar bailando en el centro de la pista con el Negro haciendo el gallinazo rocanrolero mientras Ari bailaba con una chica. Nos volvimos a juntar y Ari comenta señalando a una chica (bueno, chica es un decir, la edad en ese lugar no bajaba de los cuarenta) que iba a ir por ella.
Era morocha de pelo hasta los hombros, tez oscura, no muy alta. En fin, era un error de la naturaleza. Y no solo eso, hasta el día de hoy tengo un debate en mi cabeza sobre si era hombre o mujer.
-Andá Ari, hay que jugar en todas las canchas. –Lo peor es que se lo tomó en serio, y fue. Mientras tanto las dos personas con buen gusto no podíamos parar de reír. Y ahí surgió una idea.
-Loco, ¿y si la enfiestamos? –Había que tener huevos para eso, sin contar la cuota de mal gusto.
-Y bueno, voy a tirarle la onda. –Ari se arrima y empieza a tramitar la situación.
El boliche cierra y nos vamos los cuatro. El Negro y yo por delante, abrazándonos y llorando de la risa, mientras que la chica (de la cual no recordamos el nombre) preguntaba:
-¿Tus amigos son putos?
-Se, re putos, ahora te lo van a demostrar.
–Comenta Ari mirándonos y riendo.
-¿Qué me van a demostrar? –Ingenua la morocha.
Entramos al hotel, subimos y vemos que minutos más tarde sube Ari, pero sólo. Le consultamos qué había pasado a lo que nos contesta que no habían dejado subir a su princesa. Llegó el alivio para nosotros, no así para Ari que ya estaba en el baile y tenía que bailar. Y así fue, se retiró en un taxi compartido mientras el Negro y yo corríamos en paños menores revoleando baldes de pintura por el balcón (¡¿qué necesidad?!).
A la mañana siguiente escucho que se abre la puerta. Era Ari. No podía hablar de lo tentado que estaba.
-Boludo, ¡qué bizarro! Tenía una cicatriz de acá hasta acá. –Se señalaba desde el cuello hasta la entrepierna.
Perdón Ari, te prendí fuego, pero que gran recuerdo que nos quedó gracias a vos.

lunes, 24 de agosto de 2009

Picada a la parrilla

-Che gordo, ¿hacemos una picadita?
-Dale, vamos.
Caminamos hasta el Disco que está por la 3 y compramos unas diez birras, salamín, queso, pan y no me acuerdo si algo más. Momentos del dólar barato, así que no habremos gastado más de treinta pesos. Volvimos a la casa en donde paraban las chicas y nos pusimos a pelar, cortar y tomar.
Tres y media de la tarde ya estábamos medio puestos. El gordo tirando tiros a su enamorada Caro y yo lo único que hacía era inspeccionar la casa para ver si tenía parrilla.
En un momento los recuerdos se vuelven difusos, pero creo que las birras fueron repuestas un par de veces y de la nada, no se, era de noche y me encontraba tirado en un colchón abrazado a una cacerola de puré frío. ¿Por qué? No tengo la más puta idea. Pero lo único que se, es que allá por el 2003, dos personas rompieron esquemas y crearon algo que se haría popular años más tarde… ¡¿Qué me vienen a hablar de floggers, papá?!

sábado, 22 de agosto de 2009

Inoxidable pasión

Sábado bien temprano, frío, hambre y sueño. Pero había que laburar, aunque esta vez de una manera diferente. Había que dar una mano a una institución devastada. Estadio clausurado, venido a menos y abandonado por el paso de los años y desidia de mucha gente que se llenó la boca diciendo tener sangre roja y blanca.
Éramos pocos, no superábamos los treinta (ni en cantidad, ni en edad). Ninguna sabe lo que es una alegría pero conoce ese nombre cargado de energía: Parque de los Patricios.
Ese día el trabajo había terminado pero faltaba mucho por hacer. Decidimos llevarnos un momento único que jamás se va a borrar de nuestras mentes.

Camiseta en el pecho y el túnel ahí, a la espera de ser atravesado.
Nunca sentí algo igual. Trotando hacia el centro del campo en mi cabeza sonaban los gritos de cuarenta mil almas gritando “Nachooooo, Nachoooo”. Era real.
Y allá en el centro, brazos extendidos al cielo, saludando a esas almas sufridas que un día van a ver materializada su ilusión de ver al globo campeón.

viernes, 21 de agosto de 2009

No me importa nada

Se hizo esperar 24 añitos, pero ese día había llegado. Incontables kilómetros de ruta, tablones, tumultos, palos, piedras, piñas y corridas. Casi todo dado para que el Globo de la vuelta allá en Liniers.
El drama aparecía cuando uno quería ser parte de esos 4.500 tocados por Dios para llevar el aliento al Fortín. Dieciséis horas de cola, y nada. Pero no importa, íbamos a estar ahí como sea, de eso no había dudas.
Y bueno, marchen cuatro plateas locales, no me importa nada.
El Palio temblaba por la 25 de Mayo al grito de “la pandilla de Liniers se la aguanta en todos lados”. Llegamos y nos arrimamos a la popular local. La gente gritaba eufórica “el que no salta es de Huracán”. Bueno, había que saltar o salir en cajón., no había alternativa. Ningún inconveniente hasta que se nos ocurre corroborar si esa era la entrada. Efectivamente era así y por esa movida algunos nos detectaron como extraños.
En ese momento alguien agarra mi hombro y el de Adrián. Era un ropero.
-Aguante Vélez, ¿no?
-Obvio, papá, hoy damos la vuelta. –Comentamos mientras que el gordo leía la revista de Vélez como si fuera la Biblia.
-Me llama la atención que sean cuatro juntitos y no tengan nada de Vélez.
-No traemos nada a la cancha. –Exclama Adrián mientras yo rezaba que no le salte el diablito. Eso si, si nos íbamos en ambulancia, nos llevábamos a uno y ese muchacho tenía todos los números.
Seguía en su provocación pero tratamos de llevar la situación. Pasamos el molinete y veo que Adrián me hace señas y me indica que los muchachos nos estaban esperando en un costado. Aguantamos al gordo y a Pato y les comentamos como estaban las cosas. Los bombos sonaban a metros nuestro y eso no era bueno.
Caminamos por el playón hacia la Platea Sur mientras seguían agitando “eh, estos son de Huracán, que se vayan”.
-Flaco, dejate de romper las bolas. –Bien Adri ahí, eh.
Así toda la escalera. Era la boca del lobo. Nunca me sentí tan visitante en mi vida. En la discusión se arriman unos policías para ver que pasaba, a lo que contestamos explicándole la situación.
-No flacos, ustedes están locos, de acá no salen vivos. –Comenta el uniformado al servicio de la comunidad.
-Nos van a tener que acompañar. –El cabeza de tortuga no dice que lo sigamos.
El destino era incierto. Bajábamos mientras que todos subían, situación rara si las hay. Nos encontramos nuevamente en el playón donde una comitiva policial evaluaba que hacer con nosotros. Luego de disparatadas opciones como por ejemplo salir por la entrada de la popular local y probar suerte dando la vuelta, se arrima un oficial que nos invita a seguirlo. Obviamente no sabíamos hacia donde, pero no había opción.
Adrián y yo íbamos al frente, mientras pensábamos en la idea de ingresar a la visitante gracias al oficial.
-Che Adri, habrá que adornarlo, ¿no?
-Si, me parece que sí, se está portando bien. ¿Cuánto le damos?
-¿50? –Le digo.
-Si, si.
-Dale, pone vos que después arreglamos.
–Creo que ese “después” nunca llegó.
Y ahí sale Adriancito:
-Bien loco eh, te estás portando bien. Quedate tranquilo que hoy cuando salís tenés para el cafecito.
-Pero me gusta tomar en vaso largo. –A estos le das la mano y te agarran el brazo.
Se abre una reja, paso yo primero y ahí lo veo. Estaba en casa. La Banda de La Quema sonaba como nunca. Más linda imposible. A los abrazos y besos, saltamos con la certeza de saber que volvíamos a casa enteros.

“Y no me importa en que cancha juguemos.
A los quemeros los sigo a donde van.
Vamo´ quemeros, vamo´ a ganar,
vamo´ quemero cada vez te quiero más…”

sábado, 15 de agosto de 2009

Patadones por Patacones

¡Éramos tan pobres! Salíamos a matar las noches con billetes truchos. Va, billetes, los viejos y queridos patacones. Eran de veinte y nos salvaron más de una vez, pero ésta no era una de esas.
El lugar elegido era un boliche del barrio de Congreso. Me llamaba la atención que Adrián siempre quería pagar.
-Tomá boludo, andá a la barra, sacá lo que quieras. –Salir con veinte mangos en esa época era sinónimo de millonario.

-Flaca, ¿me das dos? –No recuerdo bien, pero creo que era Gancia.
Agarra el dinero y se los pone a observar detenidamente. No se qué carajo miraba si los patacones eran truchos por definición.
-¿No tenés otro billete? Porque éste es trucho. Lo vas a tener que venir a retirar cuando te vayas.
Y ahí viene corriendo el diablito a la enésima potencia. Salta la barra y se la quería comer cruda, mientras que la mina me decía “ahora este billetito no lo ves más”.
-Ahhhh, dámelo salame. –Logro agarrarlo en el mismo momento que veo que un tipo que se parecía a Polino lo estaba sacando a Adrián de la barra.
Cuando me quiero dar cuenta de la realidad, el boliche hizo un círculo y nosotros dos estábamos en el medio a las manos. En ese momento aparece un oso que me dice:
-Flaco, te voy a sacar a la calle con patadas en el orto.
-Sácame puto si te la bancas. –Le comento haciéndome el guapo.
Y así fue, me sacó los cien metros que había hacia la vereda con patadas en el orto, mientras que Adriancito seguía recibiendo.
Ya en la calle, nos compramos panchos, con el mismo billete, obvio.

viernes, 14 de agosto de 2009

Con entrada en la mano

¿Se dice “pelado puto” o “sorete”? Sin dudas la primera, sin embargo para Adri no.
Nos remontamos al pasado 20 de Febrero en donde el globito media fuerzas con el lobo platense. Rutina típica de birras, fernet y caminata hacia el Palacio Tomás A. Ducó para entrar por la puerta de siempre. Como es habitual, Adri primero debido a la falsa identidad de su carnet de socio. Pasa sin dramas y ahí voy yo, el titular, con todo legal, pero…
-No papá, tu carnet ya está ingresado, volá de acá y andá a buscarlo el Lunes a la sede. Te lo tengo que retener. –No es habitual en mi, pero cada tanto salta el diablito típico de Adriancito.
-¿Qué dijiste, puto? Yo no ingresé nada. ¡Reteneme ésta! –Salto la valla cual medallista olímpica, mientras los ligamientos de las rodillas pedían “por favor”.
-¿Qué hacés flaco? Policía, sáquenlo.
-¿Por qué no me sacas vos, pelado chupa pijas? –Justo cuando un oficial me invita a retirarme por la fuerza.
Era la segunda vez que me pasaba, y da la casualidad que la primera también estaba con Adrián. De la nada se armó un tumulto y en el medio nos encontrábamos los dos repartiendo y recibiendo. Más que nada, la segunda.
El partido ya no me importaba nada, el carnet tampoco, lo único que quería era matarlo. Entramos igual, gracias a conocidos que me facilitaron entradas y al pasar el molinete tiré una frase que quedará inmortalizada.
-Pelado, no te olvides de esta carita eh.
El tiempo me dio la razón. El sistema fallaba al igual que Adrián que hasta el día de hoy me discute argumentando que era mejor decir “sorete” que “pelado puto”.

Abrazo de gol

Hasta el día de hoy no se cuál es la mejor compañía, si Zinni o el alcohol que pasó por nuestras manos esa noche, aunque si me pongo a pensar con detenimiento creo que me inclino por esa belleza y deliciosa amistad que me brinda el copete.
Noche gesellina y como todas las de aquellos años, bien fiesteras y descontroladas. Ésta fue tranquila, pero queda en el recuerdo por la imagen mental que al día de hoy tengo del muchacho abrazando el inodoro.
Las chicas salieron pero nosotros no ya que nuestro estado etílico nos decía “muchachos, no están capacitados para bajar tres pisos por las escaleras”.
Horas y horas sentando en el sillón a oscuras escuchando en mi mente música de punchi-punchi la cual nunca sonó en la realidad, mientras que mi compañero se encontraba abrazando el retrete, pero sin apoyar las rodillas en el suelo producto de la inundación del baño.
Párrafo aparte para nuestras preguntas a Caro sobre si le había visto la cara a Dios. La respuesta era clara. ¡NO!

jueves, 13 de agosto de 2009

Encuentro quemero

Lugar mágico si los hay. Sed, cansancio y un paupérrimo estado físico, y sin embargo algo te empuja para seguir. Ya era tarde, tipo tres y se venía la lluvia que traía el frío. No daba más pero seguía.
Doblo por un pasillo y veo a alguien que me hace caer lágrimas, mientras él también lloraba. Me acerco, lo miro y nos damos un abrazo interminable, fraternal, de barrio. Era una acción simple que decía muchas cosas.

21 de Enero inolvidable, el día en que el mítico Machu Picchu se tiñó de rojo y blanco para siempre.

lunes, 10 de agosto de 2009

Furia Roja

Nos remontamos a la hermosa ciudad de Cusco. Más de un mes de viaje y la sed de pasión ya estaba causando estragos. Estaba viajando hacia Chinchero en un bondi bastante particular con la grata compañía de Ari y de Lu.
En ese momento la chica de ojos lindos me comenta haber visto un cartel que informaba un partido de fútbol. El problema era que se jugaba ese mismo día y en una hora y media en el estadio del Cienciano.
Ya en Chinchero confirmo lo dicho y arranco.
-Muchachos, todo bien con los Incas, las ruinas y toda esta movida cultural, pero yo necesito fútbol. Así que, disfruten que yo me vuelvo a Cusco como sea.
Me despedí de ellos previo pacto de juntarnos a las 18:30 horas en la Plaza de Armas. Mientras tanto caminaba por ahí averiguando cuál era la forma más rápida de llegar al estadio. Me dijeron que lo mejor era tomarse un colectivo, por lo que imaginé viajar de la misma manera en la que había ido. Pero no. Era un auto en el cual se subieron varias personas (seis éramos si mal no recuerdo), pero que más allá de la incomodidad rápidamente me dejó en destino.
Tenía la incertidumbre de si era o no violento el fútbol peruano, por lo que no sabía si ir a la popular o a la platea. Llevaba mis ya clásicos largos del Globo, y el pensamiento de si eso generaría algún problema. Cuando de la nada escucho:
-¡Nacho! –Raro que alguien me conozca en ese lugar.
Ahí aparecieron. Eran unos seis argentinos que había conocido en Machu Picchu al pedirme que les saque una foto y habíamos pegado buena onda.
Muy parecidos a mi, no había dudas ya. ¡Popular!
Cienciano contra The Srongest, partido amistoso horrible (2 a 2). La Furia Roja (barra local) aplaudía al visitante. Una cosa de locos. Por suerte pudimos enseñarle que eso no se hacía y les enseñamos un par de insultos bien acordes a la situación.
Finalizado el partido, me invitaron a cenar y a emborracharnos juntos. Un gran recuerdo.

Eso si, se me hizo tarde y tuve que aguantar unos insultos y algunos golpes de Lu. Pero supo disculparme y más ahora que la llamé “la chica de ojos lindos”.

Libre como el sol cuando amanece

¿Quién diría que después de ir al casino íbamos a terminar así? Noche de delirio en San Bernardo y kilómetros de caminata hasta Mar de Ajó para matar el vicio del juego. El Negro y yo, en cero. Zinni, bien ahí papá. Eche, ¡ay Eche, ay Eche! Se hizo adicto al juego el muy hijo de puta.
Caminata de vuelta mientras surgía la idea de ir a Gesell de nuevo. Y bueno, vamos. Ocho de la mañana en Calle 3 y ciento cuarenta y algo. Geri y el humor característico de Gastón aparecen de sorpresa.
-Che, quedémonos acá un rato que estamos liquidados. –Noche larga para el animal humano.
Minutos más tarde, todos durmiendo. Pero no estábamos solos, teníamos la grata compañía de nuestros bártulos. Y de repente, una patada me despierta. Mis ojos se abren con el pensamiento de “¿quién será el hijo de puta que me está despertando?”.
-Flaco, despertá a tus amigos y deciles que se pongan todos sentaditos contra la pared. –Oficial pelado y con mucha cara de vigilante (“oficial” y “vigilante” suena redundante, ¿no?).
-Muchachos, tenemos compañía.
Por alguna razón que no voy a mencionar el Negro debía ser llevado a la comisaría y no recuerdo quién tuvo la gran idea de gritar a los cuatro vientos: “si se va él, nos vamos todos”. Y así fue. ¡La concha de su madre!
Fuera cordones, pertenencias, ropa y libertad. Charla va, charla viene y el gran recuerdo del comisario diciendo: “muchaaaaaachos, yo tengo hijos de su edad”. De ahí un lindo viaje al hospital en la patrulla.
-¿Flaco, te trataron bien en la comisaría? –¿Qué mierda íbamos a contestar si el policía entraba con nosotros?
-Claro doctor, mejor imposible.
De vuelta a casa. Perdón, a la comisaría. Paso por caja y a la calle.
Ah, Negro, creo que alguien nos debe guita y todos los dedos te acusan.

sábado, 8 de agosto de 2009

Truenoviaje: Rafaela - "No corro, vuelo bajito"

El destino era Rafaela con Juancho (Manu para algunos), Tina y Flor. La Renga sonaba a más no poder y el 12 hacía lo único que sabía hacer. Pistear como un campeón.
A Rosario sin problemas, pero quedaban unos 200 kms. por la Ruta 34 para llegar a destino.
-Che Juancho, este ruido no me gusta para nada. –Fiel conocedor de los ruidos del hermano automotor.

Y de repente. Luz roja de “su auto se está fundiendo”.
-Bueno gente, vamos a tener que hacer dedo para llegar a una estación a comprar la correa de repuesto.
Para un camionero muy amigable que nos plantea no solo llevar a uno a la estación sino llevar el auto también con nosotros arriba.
Camión con acoplado, con un auto enganchado atrás a 120 kms/h y pasando autos. Cualquier parecido con una locura, es pura coincidencia.
El auto se arregla y a los pocos kms. muere nuevamente. Por suerte La Renga es amistad, es hermandad y es solidaridad. Compañeros roqueros del país nos hicieron la gauchada de llevarnos y poder disfrutar de lo frágil de la locura.
La vuelta, otra historia. Mujeres en micro, Manu y yo en el nave, eso si, a no más de 60 kms/h. Salimos el Domingo a la mañana y el lunes una horita antes de laburar estábamos en casa, pero con una baja, el 12.



El 12 era así, "y al que no le gusta, se baja".

Miravé solitaria

Caminando desde Barracas hasta el Palacio, obviamente con Adriancito. ¿Vestimenta? Tranquila, los largos del Globo y el resto, neutral. A lo lejos un camión de basura, un volquete o algo así. Ya no recuerdo. De ahí sale un muchacho que no fue ni dotado con el don de la belleza, ni con el de la blancura.
-Eh loco, ¿de qué cuadro son?
-De Huracán, ¿por?
–Adriancito comenta.
-Ahhhhh, son de Huracán. Porque yo soy de Chicago. –En realidad dijo “shicago”.
-¿Y?
-Y nada, van a tener que correr.
Ahí salté yo para poner ponerle un poco los puntos a este espécimen.
-Bueno Adri, vamos a tener que correr.
Me sentí Forest. Corrí como nunca. Soldado que huye sirve para otra guerra. Y tuvimos varias más.
Eso es tener huevos.

Rosario siempre estuvo cerca

Caravana a Rosario. Esta vez en los micros, nada de manejar. Aprovechemos para tomar Branca en jarra entonces en compañía de personajes entrañables. El Melli y su hermano apuñalado, el muchacho del rallador y un par más.
No se dio lamentablemente, pero que lindo que sonaba…


“Que nos traigan la falopa y todo el vino. De la mano de Angelito, la vuelta vamos a dar”.

¡Dale Nacho!

En la inmensidad del desierto chileno encontramos agua. Divina la guacha, eso sí, había solo una forma de tirarse. Bueno, el que dice “una”, dice “dos”.







-Dale Nachooooooo…

Años de natación para esto, mamiiiiiita.

Bidón

No se si era el bidón o qué cosa, pero que la noche fue bizarra, de eso no hay dudas.
Enero de 2003, que lejos quedaste. Ni las cámaras digitales existían… Sonaba Mancha de Rolando pero con mi voz y con la guitarra de Narso. Triste, pero real.
El camping estaba pidiendo fiesta. ¿Se la damos, Ari? Y bueno. Un kilito de limones, una bolsa de hielo, y el infaltable compañero de aquellas épocas, el vinito de cartón. Alta sangría en el bidón que fue testigo de aquella noche. Narso, para variar, no toma ni agua de la canilla. Matías, sale a tomar aire y se empeda.
Y allá entra. ¡Rubia imponente!
-Mati, es tuya, andá.
-Naaaaa…
-Boludo, te está mirando, andá.
-Bueno, si no queda otra.
Allá se iba el ganador con la chica, ante la mirada atónita de Ari y mía. Salimos a buscar joda, con el bidón por supuesto, el cual ya había sido recargado. Y… ¿qué pasó?
-Ari, ¿ese no es Matías?
-Si boludo, viene con bolsos.

Servicial el muchacho con la chica y su novio. ¿Servicial? No. “Pelotudo” se dice.
Ya fue, vamos a buscar joda. La encontramos. Apertura de boliche, birra libre, y el doble de Charly García para ponerle un toque de pimienta a la cosa.
¿El bidón? Esperándonos afuera, como corresponde.
Y arranca:
-Loco, me siento mal. Sáquenme de acá. Por favor. Quiero ir a la carpa.
Y así terminó, colita arriba y en slip, mientras nosotros seguíamos en compañía del bidón girando por las calles gesellinas.
Quedan preguntas igual de esa noche. ¿Dónde quedó el vaso de Narso? ¿Por qué con Ari ayudamos a un vago borracho a subir a un camión frigorífico y su gente lo dejó encerrado ahí?

viernes, 7 de agosto de 2009

¡Viva Jujuy! ¡Viva el amor!

Una noche en la terminal de micros de San Salvador de Jujuy. ¿Jodido? ¿Peligroso? ¿Aburrido? De todo un poco… pero con algo hay que entretenerse. ¿Qué opinás Negro?

¡Elena no!


Así arrancó el 2009 y el viaje. Risas, risas y más risas.
¡Del desierto a Machu Picchu, papá!