sábado, 30 de enero de 2010

Los pibes de Dolores

Último día de vacaciones. Los vagos de Dolores querían ir a remar un rato por el Lago Lacar así que los seguimos. El tipo que regenteaba la movida lo único que dijo es: “chicos, no se tiren al agua”.

Al ser muy malo nuestro estado físico nos costó horrores poder llegar a un lugar medianamente alejado de la playa. Obviamente, ¿qué hicimos? Nos tiramos, claro.

El drama era que la corriente nos había llevado hacia un costado, en donde el bote quedó trabado en unas piedras, entonces nos tuvo que venir a rescatar un gordo en un gomón.

Cara de orto:

-Loco no puede ser que sean cuatro pibes y no sepan remar. Es una vergüenza. –Mientras comentaba eso, nosotros patas estiradas mirando el cielo.

-Bueno papá, tranquilo.

-A ver si alguno se viene para acá y me ayuda que hay que sostenerlos a ustedes con una soga.

De forma risueña, Julián se tira al agua, sube al gomón y se pone serio:

-Bueno, pero manejo yo.

La cara del gordo se transformó y cerró la boca para llevarnos de mala gana hacia el muelle. Pero igual no termina ahí la historia de los pibes de Dolores, porque cuando nos bajamos Gaspar me mira y dice: “loco, para mi que nos robaron 20 minutos”.


lunes, 25 de enero de 2010

Nuevo compañero de ruta

Yo siempre pensé que en el sur estaba el Yeti, pero viví engañado toda mi vida.

El Fiesta no había tenido drama alguno en más de dos mil kilómetros de ruta hasta que llegó él. Nos encontrábamos en El Bolsón, con Ari y sumábamos a un nuevo compañero, Eugenio.

A Bariloche llegamos sin problemas y pudimos tomar la ruta hacia Villa La Angostura cuando el estero se muere.

-Che, se murió el estero. –Me asombré. No se había apagado, se había muerto completamente.

No termino de murmurar esa frase cuando veo que el velocímetro comienza a mover su aguja hacia la izquierda. Ya no era el estero el único fallecido. Me tiro a la banquina para ver qué era lo que pasaba cuando una camioneta para a mi lado.

-¿Pasa algo?

Le comento lo que había pasado, por lo que inferimos que era un problema eléctrico. Seguramente la batería que ya tenía como tres añitos. El hombre no solo se ofreció a llevarme a La Angostura a comprar una, sino que realmente lo hizo, y además me llevó de vuelta hasta el auto (unos 50 kilómetros) para colocarla. Gente buena hay en todos lados (no recuerdo el nombre, pero si la agencia de turismo para la que trabajaba, “Messidor”). Primer inconveniente superado.

Llegamos a destino y no había lugar para acampar. Rogamos que nos dejen y pudimos conseguirlo, aunque no en el mejor lugar. Segundo inconveniente superado.

Día largo y agitado por lo que venía bien una duchita de agua caliente. Ari va primero, pero veinte minutos después vuelve con cara de orto.

-¡La puta madre que los parió, me puse en bolas, y se cortó el agua!

Definitivamente nuestro nuevo compañero traía una nube negra arriba, por lo que descubrimos que en el sur no está el Yeti, está el Yeta.



miércoles, 20 de enero de 2010

Me retracto del papelón chileno

El año pasado pasé vergüenza (http://viejashistorias.blogspot.com/2009/08/en-la-inmensidad-del-desierto-chileno.html). Años en el agua para hacer ese desastre. Ésta vez el aire sureño me permitió poder demostrar que los saltos son lo mío.

Caminamos unas cuantas horas bajo el sol y vimos esa piedra:

-Ari, es obvio que tenemos que saltar.

-Me parece que si, no queda otra.

-Bueno, ¿yo voy primero?

-Dale para adelante, papá.

¡Al aguuuuuuuuuuuuua!





¡Qué frío la concha de la lora!