viernes, 21 de agosto de 2009

No me importa nada

Se hizo esperar 24 añitos, pero ese día había llegado. Incontables kilómetros de ruta, tablones, tumultos, palos, piedras, piñas y corridas. Casi todo dado para que el Globo de la vuelta allá en Liniers.
El drama aparecía cuando uno quería ser parte de esos 4.500 tocados por Dios para llevar el aliento al Fortín. Dieciséis horas de cola, y nada. Pero no importa, íbamos a estar ahí como sea, de eso no había dudas.
Y bueno, marchen cuatro plateas locales, no me importa nada.
El Palio temblaba por la 25 de Mayo al grito de “la pandilla de Liniers se la aguanta en todos lados”. Llegamos y nos arrimamos a la popular local. La gente gritaba eufórica “el que no salta es de Huracán”. Bueno, había que saltar o salir en cajón., no había alternativa. Ningún inconveniente hasta que se nos ocurre corroborar si esa era la entrada. Efectivamente era así y por esa movida algunos nos detectaron como extraños.
En ese momento alguien agarra mi hombro y el de Adrián. Era un ropero.
-Aguante Vélez, ¿no?
-Obvio, papá, hoy damos la vuelta. –Comentamos mientras que el gordo leía la revista de Vélez como si fuera la Biblia.
-Me llama la atención que sean cuatro juntitos y no tengan nada de Vélez.
-No traemos nada a la cancha. –Exclama Adrián mientras yo rezaba que no le salte el diablito. Eso si, si nos íbamos en ambulancia, nos llevábamos a uno y ese muchacho tenía todos los números.
Seguía en su provocación pero tratamos de llevar la situación. Pasamos el molinete y veo que Adrián me hace señas y me indica que los muchachos nos estaban esperando en un costado. Aguantamos al gordo y a Pato y les comentamos como estaban las cosas. Los bombos sonaban a metros nuestro y eso no era bueno.
Caminamos por el playón hacia la Platea Sur mientras seguían agitando “eh, estos son de Huracán, que se vayan”.
-Flaco, dejate de romper las bolas. –Bien Adri ahí, eh.
Así toda la escalera. Era la boca del lobo. Nunca me sentí tan visitante en mi vida. En la discusión se arriman unos policías para ver que pasaba, a lo que contestamos explicándole la situación.
-No flacos, ustedes están locos, de acá no salen vivos. –Comenta el uniformado al servicio de la comunidad.
-Nos van a tener que acompañar. –El cabeza de tortuga no dice que lo sigamos.
El destino era incierto. Bajábamos mientras que todos subían, situación rara si las hay. Nos encontramos nuevamente en el playón donde una comitiva policial evaluaba que hacer con nosotros. Luego de disparatadas opciones como por ejemplo salir por la entrada de la popular local y probar suerte dando la vuelta, se arrima un oficial que nos invita a seguirlo. Obviamente no sabíamos hacia donde, pero no había opción.
Adrián y yo íbamos al frente, mientras pensábamos en la idea de ingresar a la visitante gracias al oficial.
-Che Adri, habrá que adornarlo, ¿no?
-Si, me parece que sí, se está portando bien. ¿Cuánto le damos?
-¿50? –Le digo.
-Si, si.
-Dale, pone vos que después arreglamos.
–Creo que ese “después” nunca llegó.
Y ahí sale Adriancito:
-Bien loco eh, te estás portando bien. Quedate tranquilo que hoy cuando salís tenés para el cafecito.
-Pero me gusta tomar en vaso largo. –A estos le das la mano y te agarran el brazo.
Se abre una reja, paso yo primero y ahí lo veo. Estaba en casa. La Banda de La Quema sonaba como nunca. Más linda imposible. A los abrazos y besos, saltamos con la certeza de saber que volvíamos a casa enteros.

“Y no me importa en que cancha juguemos.
A los quemeros los sigo a donde van.
Vamo´ quemeros, vamo´ a ganar,
vamo´ quemero cada vez te quiero más…”

No hay comentarios.:

Publicar un comentario