La verdad que no se cómo de esa noche tengo recuerdos. Fue en San Martín de Los Andes con el fiel compañero de ruta Ari, y la bella y grata presencia de Flor.
Habían sido varios días de frío polar y lluvia, pero esa tarde por fin el sol asomaba. Momento ideal para unas birras bien frescas. Arrancamos con cuatro, tranquilos como para pasar el rato.
A la noche la bella lugareña nos llevó a comer a la costanera, en donde de entrada nos tuvimos que clavar dos vinitos con una rica comida patagónica. Para finalizar la velada, unas copitas de champagne, en donde, obvio, Ari tenía que dar la nota rompiendo una copa.
Sintiéndose un poco culpable por haber sido invitada, Flor nos llevó a tomar algo por ahí… Branca para los hombres, la dama tragos que no recuerdo (en este momento de la noche se dio una situación particular con la pareja de la chica, pero la voy a dejar de lado, pero me acuerdo y me río).
Ya era tarde, pero el nivel etílico pedía seguir. Entramos a un bolichito, no había mucha gente así que nos fuimos al “popular” Matías. Costó subir la montaña, pero llegamos y como tampoco había nadie, nos retiramos.
-Che, ¿vamos a un cabarulo? –La pregunta incluía a la dama, la cual no aceptó. La dejamos en su casa y seguimos.
La verdad que no sabíamos dónde había uno, por lo que le consultamos al playero de una YPF.
-Amigo, ¿tenés idea de algún cabarulo por acá? –Le pregunto amistosamente.
-¡No! La verdad que no tengo idea, pero fijate en el segundo lomo de burro a la izquierda. –Gran detalle en la indicación para no saber. Como no teníamos otra cosa que hacer, nos dirigimos hacia allá.
Llegamos al lugar. Era una cuadra de casas bajas, oscura, silenciosa, pero había algo que llamaba la atención.
-Fija que es acá. –Ari riéndose tentado al ver una bombita roja prendida en la puerta de una casa. Golpeamos y entramos.
Tristísimo ese lugar al igual que la mercadería. De todas maneras no teníamos pensado consumir, solamente reírnos un rato. Mientras Ari se encontraba sentado charlando yo me arrimo a la barra siendo acompañado por una señorita.
-¿Invítame algo de tomar? –Tonito latinoamericano el de la señorita.
-No, mami, economía de guerra. –Cualquier parecido con la situación vivida en Iquique es pura coincidencia.
-Ay, pero si tienes dinero. –Insistente la colombiana.
-Bueno, a ver… ¿qué querés? –Era obvio que no le iba a comprar nada.
-Mirá, la cerveza para que tome yo está $60.
-Eh, ¿qué rompimos? No tenés ni la mínima chance.
Se retiró de mi lado rápidamente y cuando volteo la mirada veo que la chica que se encontraba hablando con Ari hace lo mismo, me imaginé una situación similar. Nos tomamos un fernet cada uno y nos retiramos del lugar. En el camino nos enteramos de la existencia de otro bulo. Hacia allá fuimos.
La misma situación en aquel lugar, pero más bizarra aún. Entramos a la casa y había un grupo de chicas sentadas en la mesa de la cocina, tomando algo. Tristísimo. Tomamos otros fernet y nos fuimos. Si nos hubieran hecho un control, el alcoholímetro marcaría algo así como 14. Pero como es una ciudad (estoy siendo generoso con la nomenclatura) muy pequeña, en la calle no pasa nada ni nadie. Llegamos al lugar donde parábamos y caí en la cama sin sacarme la ropa.
En esta instancia el recuerdo se vuelve difuso. A la mañana me despierto con recuerdos de haber escuchado ruidos en la habitación y ver a Ari apoyado en una pared, pero la verdad que pensé que era un sueño.
-¿Viste lo que pasó? –Me comenta Ari.
-No, la verdad que no, me suena a ver escuchado algo, pero no se si fue un sueño.
-No, fue verdad.
En ese momento miro la pared y veo manchas rojas por todos lados, al igual que restos de papel higiénico con cosas asquerosas. Ahí riéndose mientras se agarraba la cabeza del dolor me cuenta que se echó el peor vómito del mundo dentro de la habitación y la situación bizarra que tuvo que pasar en el pasillo yendo a buscar un trapo para limpiar.
A veces pienso que con Ari tenemos un imán especial para las situaciones raras.
Habían sido varios días de frío polar y lluvia, pero esa tarde por fin el sol asomaba. Momento ideal para unas birras bien frescas. Arrancamos con cuatro, tranquilos como para pasar el rato.
A la noche la bella lugareña nos llevó a comer a la costanera, en donde de entrada nos tuvimos que clavar dos vinitos con una rica comida patagónica. Para finalizar la velada, unas copitas de champagne, en donde, obvio, Ari tenía que dar la nota rompiendo una copa.
Sintiéndose un poco culpable por haber sido invitada, Flor nos llevó a tomar algo por ahí… Branca para los hombres, la dama tragos que no recuerdo (en este momento de la noche se dio una situación particular con la pareja de la chica, pero la voy a dejar de lado, pero me acuerdo y me río).
Ya era tarde, pero el nivel etílico pedía seguir. Entramos a un bolichito, no había mucha gente así que nos fuimos al “popular” Matías. Costó subir la montaña, pero llegamos y como tampoco había nadie, nos retiramos.
-Che, ¿vamos a un cabarulo? –La pregunta incluía a la dama, la cual no aceptó. La dejamos en su casa y seguimos.
La verdad que no sabíamos dónde había uno, por lo que le consultamos al playero de una YPF.
-Amigo, ¿tenés idea de algún cabarulo por acá? –Le pregunto amistosamente.
-¡No! La verdad que no tengo idea, pero fijate en el segundo lomo de burro a la izquierda. –Gran detalle en la indicación para no saber. Como no teníamos otra cosa que hacer, nos dirigimos hacia allá.
Llegamos al lugar. Era una cuadra de casas bajas, oscura, silenciosa, pero había algo que llamaba la atención.
-Fija que es acá. –Ari riéndose tentado al ver una bombita roja prendida en la puerta de una casa. Golpeamos y entramos.
Tristísimo ese lugar al igual que la mercadería. De todas maneras no teníamos pensado consumir, solamente reírnos un rato. Mientras Ari se encontraba sentado charlando yo me arrimo a la barra siendo acompañado por una señorita.
-¿Invítame algo de tomar? –Tonito latinoamericano el de la señorita.
-No, mami, economía de guerra. –Cualquier parecido con la situación vivida en Iquique es pura coincidencia.
-Ay, pero si tienes dinero. –Insistente la colombiana.
-Bueno, a ver… ¿qué querés? –Era obvio que no le iba a comprar nada.
-Mirá, la cerveza para que tome yo está $60.
-Eh, ¿qué rompimos? No tenés ni la mínima chance.
Se retiró de mi lado rápidamente y cuando volteo la mirada veo que la chica que se encontraba hablando con Ari hace lo mismo, me imaginé una situación similar. Nos tomamos un fernet cada uno y nos retiramos del lugar. En el camino nos enteramos de la existencia de otro bulo. Hacia allá fuimos.
La misma situación en aquel lugar, pero más bizarra aún. Entramos a la casa y había un grupo de chicas sentadas en la mesa de la cocina, tomando algo. Tristísimo. Tomamos otros fernet y nos fuimos. Si nos hubieran hecho un control, el alcoholímetro marcaría algo así como 14. Pero como es una ciudad (estoy siendo generoso con la nomenclatura) muy pequeña, en la calle no pasa nada ni nadie. Llegamos al lugar donde parábamos y caí en la cama sin sacarme la ropa.
En esta instancia el recuerdo se vuelve difuso. A la mañana me despierto con recuerdos de haber escuchado ruidos en la habitación y ver a Ari apoyado en una pared, pero la verdad que pensé que era un sueño.
-¿Viste lo que pasó? –Me comenta Ari.
-No, la verdad que no, me suena a ver escuchado algo, pero no se si fue un sueño.
-No, fue verdad.
En ese momento miro la pared y veo manchas rojas por todos lados, al igual que restos de papel higiénico con cosas asquerosas. Ahí riéndose mientras se agarraba la cabeza del dolor me cuenta que se echó el peor vómito del mundo dentro de la habitación y la situación bizarra que tuvo que pasar en el pasillo yendo a buscar un trapo para limpiar.
A veces pienso que con Ari tenemos un imán especial para las situaciones raras.
supongo q tens un iman a vos todo junto no t puede pasar jaja nacho sos desastroso..hay un dicho q es cierto ...dios los cria y el viento los amontona ...
ResponderBorrarY eso que no puse más detalles de esa noche!
ResponderBorrarPero es así... yo no soy, siempre son los otros los que me traen estas situaciones jajaja