lunes, 5 de julio de 2010

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Hace un año era uno de los días más tristes de mi vida, y de la de varios también. Mañana se cumple un año que escribí lo que pego acá abajo, y sigue teniendo el mismo sentido 365 días después.
Hoy es un día de una tristeza absoluta. No se por qué estoy escribiendo, pero necesito descargarme. Bronca, tristeza, ira, de todo un poco pasa por mi cabeza. Sin embargo, en el fondo hay un poco de alegría, hay una esperanza, hay una luz.
Ayer vi llorar mucha gente, grandes, chicos, señoras, viejos, hombres “duros”, me vi a mi mismo llorando como un pelotudo. ¿Por qué? Porque se nos escapó de las manos algo que muchos luchamos por obtener. Se nos escapó, se fue, nos robaron… no se, ya no importa, no puedo ser objetivo, así que no quise mirar TV, no leí diarios, no escuché radios.
Huracán es una historia de amor y odio, fluye por todo nuestro ser de esa manera… “hoy te amo”, “hoy no te puedo ni ver”, “hoy me hacer llorar”. Muchos lo maman desde la cuna, de sangre, por padres, por amigos, por abuelos, otros como yo… un día común una fuerza inexplicable me empujó hasta mi casa el Palacio Tomás Ducó. No vengo de familia quemera, no tengo amigos quemeros, no se… es una fuerza inexplicable que te dice “flaco, ésta es tu casa”.
Nadie sabe por qué ocurren estas cosas. Gente de 30 años no sabe lo que es ver al globo campeón, no sabe lo que es una alegría, no sabe lo que es una vuelta olímpica. Entonces no se entiende. ¿Cómo puede ser que todavía exista gente de Huracán? No lo se, no tiene respuesta en lo futbolístico. Tal vez en otro lado.
Huracán es barrio, es amistad, es compañerismo, es solidaridad. Huracán es pueblo. Nadie puede ser del globo cuando en poco más de 20 años, fue robado, ultrajado, violado. Tres descensos, vaciamiento económico, pérdida patrimonial, ventas fraudulentas… Entonces no se entiende, no tiene razón de ser.
Hoy es un día triste, no llueve… caen lágrimas. Arriba está Ulises, Cafú, los pibes que murieron en los micros volviendo de San Juan, Charly, Miguelito Durán, y todos ellos que murieron por defender unos colores. Todos por querer decir “presente” hasta en los lugares más inhóspitos. Allá en canchas donde nunca Huracán debió jugar, pero lo tuvo que hacer. En Quequén, en Rafaela, en San Juan, en Comodoro Rivadavia, en Mar del Plata… todos ellos con la mera justificación de tener un corazón en forma de globo.
Todo esto entonces no tiene explicación alguna. Pasé 16 horas haciendo una cola para ocupar un lugar en la tribuna, MI lugar, el que me gané con lágrimas, con palos, con resfrios, con sufrimiento… y sin embargo, no conseguí esa preciada entrada. “Soy quemero, no me importa nada…”, me fui a la tribuna de Velez. Y no fue fácil. Corrí serios riesgos de salir en ambulancia, o en un cajón tal vez. ¿Vale la pena? Si loco, la vale… pero por suerte, pude ingresar, no importa cómo a la popular del globo. Se abre la reja y escucho bombos, veo banderas. Me sentí como en casa, me sentí feliz.
Un día hubo un quiebre. El 31/10/08 algo cambió. Más de 30 mil personas se juntaron para caminar y marchar a todo color, para demostrar algo. Eso, “soy quemero, no me importa nada”. Nadie pide nada a cambio y eso se demostró ese día. Y hubo una frase que quedó grabada en la cabeza de muchos. El Turco tomó el micrófono y dijo “no me voy a morir sin ver al globo campeón”. Y ayer me pasó eso, a pesar de las lágrimas me fui de la cancha con esa frase en mi cabeza. Y encontré la explicación.
Huracán es una enfermedad, es una patología. Es una locura de necios y soñadores, que no tiene razón de ser y tampoco hay que buscarla. Es eso que se cantó ese día, “100 años de locura y de pasión”, nada más.
Hoy es un día triste, que mientras escribo lloro, pero no importa, en el fondo hay alegría. Yo no me voy a morir sin esa ilusión de ver al globo campeón, porque como yo y como muchos, nos lo merecemos por no tener razones reales de ocupar un lugar en la tribuna, siempre, a pesar de todo.
Muchachos, soy de Huracán… ¡hoy brindo con champagne!

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