El Fiesta no había tenido drama alguno en más de dos mil kilómetros de ruta hasta que llegó él. Nos encontrábamos en El Bolsón, con Ari y sumábamos a un nuevo compañero, Eugenio.
A Bariloche llegamos sin problemas y pudimos tomar la ruta hacia Villa
-Che, se murió el estero. –Me asombré. No se había apagado, se había muerto completamente.
No termino de murmurar esa frase cuando veo que el velocímetro comienza a mover su aguja hacia la izquierda. Ya no era el estero el único fallecido. Me tiro a la banquina para ver qué era lo que pasaba cuando una camioneta para a mi lado.
-¿Pasa algo?
Le comento lo que había pasado, por lo que inferimos que era un problema eléctrico. Seguramente la batería que ya tenía como tres añitos. El hombre no solo se ofreció a llevarme a
Llegamos a destino y no había lugar para acampar. Rogamos que nos dejen y pudimos conseguirlo, aunque no en el mejor lugar. Segundo inconveniente superado.
Día largo y agitado por lo que venía bien una duchita de agua caliente. Ari va primero, pero veinte minutos después vuelve con cara de orto.
-¡La puta madre que los parió, me puse en bolas, y se cortó el agua!
Definitivamente nuestro nuevo compañero traía una nube negra arriba, por lo que descubrimos que en el sur no está el Yeti, está el Yeta.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario