Todo estaba más que dicho, pero hoy yo lo vi levantarse de las cenizas del fracaso, la muerte y la tristeza. Gente resignada salía de la tribuna sin nada en qué aferrarse. El milagro ya era lejano, casi utópico. De repente el grito de una mujer, Dani, que me sonó a un “¡ya nació!”. Solté las manos de Tef, la quemera más linda y con los ojos llorosos me abracé al hincha que tenía más cerca. Amor, locura, delirio y esperanza era lo que transmitían nuestras lágrimas.
Particularmente eran sentimientos encontrados, tantos goles de Boca grité, pero faltaba uno. Si lloré y deliré con aquel grito de Samuel en el Azteca, Cellay hoy le robó el puesto, y se lo merece más que nadie por transpirar la camiseta como corresponde, con hombría y dignidad.
Como frutilla del postre, hoy también lloró un hincha de Racing en esa tribuna, yo lo vi, lo abracé y lloré con él.
… solo para ver tu gran victoria.